HUELE A QUESO

Existía en la primera mitad de este siglo XX, en la que a algunos nos tocó vivir, costumbres y hábitos familiares  y de vecindad que venían de mucho tiempo atrás.  Me refiero aquí a la de reunirse familias o vecinos en una casa para hacer la tertulia  nocturna, principalmente en invierno.
Aquella costumbre venia de cuando había que alumbrarse con velas, candil o lo más moderno del carburo. También el calor se conseguía con el tradicional brasero bajo la mesa camilla, alrededor de la cual se reunían los contertulios. El ahorro de ambos combustibles era lo primero que aconsejaba la concentración.
Los temas de conversación eran de lo más variado e interesante, pero visto desde ahora, sorprenderá señalar, que los temas que hoy son habituales entonces ni se tocaban,  por desconocidos o por reservados. Me refiero a fútbol, política o las vidas de los famosos, que tanto ocupan ahora en los medios. ¿De qué se hablaba?. Pues de cosas y hechos ocurridos a los reunidos o conocidos de estos. Cada cual ponía su particular modo de relatarlos que hacía muy interesante escuchar; había quien ponía su particular exageración o inventiva en lo que decía haberle ocurrido. Por ello se conocía a quienes así lo contaban y los oyentes debían hacer su particular deducción o reducción de lo que se decía.
Relataré aquí un hecho que oí contar a mi padre y que alguno me ratificó, por haberlo conocido de  quien personalmente participó en él.  Sucedió en casa de mi bisabuelo:
La tertulia se hacía en su casa en una noche invernal y con apariencia de ser lluviosa y muy desapacible por el viento. Con las calles oscuras, como sucedía entonces, por lo que se decía: “está como boca de lobo”.
A la hora que uno de los contertulios pretendía ausentarse, alguien encargó a la criada de la casa, “observa como está la noche”. La muy recién llegada a la casa como “empleada del hogar” (como se diría hoy), volvió e informó a los asistentes: “está oscuro y huele a queso”. Les sorprendió el mensaje y esperaron.
Un rato después, el que se quería ir optó por tomas las oportunas precauciones y ausentarse. Al salir le sorprendió que la noche aparecía estrellada y con el resplandor de la luna a punto de aparecer por el horizonte. El viento había cesado. Volvió a la reunión a advertir esto y corregir la anterior información.  Sorprendidos y no creyendo mentirosa a la muchacha, investigaron lo ocurrido. Pronto pudieron comprobar que por su desconocimiento de las dependencias de la casa y la falta de vela que la alumbrase, ya que salió a oscuras, había abierto la puerta de la “despensa” en vez de la de la calle “miró, olió y observó”, lo que le llevó al error de su información.
Esa frase que tanto regocijó a los reunidos en aquel momento, después se ha repetido cada vez que alguien hace la pregunta de:  “¿qué tal noche hace?”,  esa  respuesta se hizo habitual: “ESTA OSCURO Y HUELE A QUESO”.

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