Siguiendo con dar a conocer los hábitos, costumbres y tradiciones de principios del siglo pasado, hoy voy a poner mi atención, en la forma que se tenía de ocupar el tiempo libre o  de ocio,  palabra esta desconocida entonces.  Se decía más bien,  “tiempo desocupado”.

Cuando no había la infinidad de mecanismos electrónicos, artilugios, PlayStation,  digitales y móviles que tanto proliferan hoy,  muchos se preguntarán,  ¿y que hacían? ¿en que ocupaban el tiempo libre o tiempo desocupado? Pero es mas, cuando ni la  radio ni la televisión habían llegado a ocupar y entretener  a las  personas, jóvenes y mayores.  Cuando la prensa, hoy tan actualizada y al momento llega  a todos los ciudadanos, llegaba entonces  con notable retraso y sus noticias no eran del momento sino con un día o más de demora. Particularmente en los pueblos.   Podía tardar en llegar una noticia,  por importante que fuera hasta dos días. Hoy la vemos en las cadenas de televisión en el  instante en que se produce.

Pues una de las ocupaciones en esos espacios de tiempo era la lectura. Siendo que  no existían ni se editaban tantísimos libros como ahora.  Los que circulaban por cesión de unas a otras personas,  era habitual  que de tanto pasar de mano en mano estuvieran muy deteriorados por el uso, con las hojas sueltas o rotas, que a falta de las cintas adhesivas actuales se cosían, prueba de la penuria de entonces.  Pero aun así se apreciaban mucho y se leían con avidez. Hoy se editan muchísimos, pero se compran menos y se leen pocos, como en cada casa hay una minibiblioteca, existen libros en ellas que no han sido sacados aun del celofán que les envuelve.   Yo recuerdo satisfecho, de haber aprovechado aquellos espacios de tiempo en leer bastantes libros, algunos de volúmenes considerables, que nos tenían mucho tiempo entretenidos.  Leí lo que era un tratado en dos tomos de 500 páginas cada uno sobre el Descubrimiento de America por Cristóbal Colón.

Eran mas frecuentes los libros de novelas, muchas muy características y adaptadas a la época, también sentimentales y románticas.   Otra característica de aquel momento es que, a veces se leían en alta voz, para que sirviera su conocimiento a las personas que concurrían a la tertulia en la que se hacia  la lectura, Cuando se daba la circunstancia de un drama en el relato, se podía  expresar con las lágrimas  de los asistentes, sin sentir ningún reparo ni retraimiento  en su manifestación.

Otra ocupación habitual era la escritura.  A quienes como yo fuimos aficionados a escribir y dado que el tiempo de que disponíamos era enorme, también nos atrevimos a entrar en los entresijos de la expresión escrita, incluso en la difícil variante de la poesía.

***   No quisiera se me interpretara como presuntuoso, si como muestra de lo que en aquellas épocas juveniles me atreví a escribir, les muestro la poesía  que en mi ardorosa pasión me permití dedicar, inspirado por la musa que cualquier joven podía tener en esa deliciosa edad de la juventud.

Este fue el soneto que le dediqué:

soneto-gotico

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