Sucedió en  LA CASA BLANCA

    A finales del siglo XIX, en el pueblo de Castil como en todos los del contorno, la siega se realizaba con segadores foráneos, venidos del norte de España, de Galicia y páramos de León principalmente.
Se hacían cuadrillas de 6 – 7 personas mayores y 2 zagalillos, niños de 13 – 14 años. Se solían contratar las cuadrillas por familias de labradores del pueblo y por esa pertenencia se les conocía, así se decía: “son de los Alvarez, de los Herreros, de los Delgado, de los Martín, de los Blanco, etc, etc. o por varias de las familias que les contrataban.
En el último tercio de ese siglo se construyó  un caserón o refugio. Compuesto  por una  cuadra con 6 plazas  acondicionadas y otra parte para personas  para acoger hasta 10 -12 personas. Tenía su  «hogar», y el piso embaldosado, no había separación entre una y otra dependencia. El nombre con el que se le conoció siempre a este edificio fue el de «la Casa Blanca», por el color que se le dio al construirla. Estaba situada en el cruce del camino que iba de Tamariz a Capillas con la denominada Senda de Villada. Castil y Capillas estaban casi equidistantes de este  refugio y ambos a unos 3´5 Km. La Casa Blanca era utilizada durante todo el año, al hacer los distintos trabajos en aquellos pagos, sobre todo  con ocasión de tormentas o fríos extremos. Fue un buen albergue para las cuadrillas de los segadores  en los veranos.
Se hacían  contratos  escritos con los segadores, en los que se decía, además que la manutención corría a cargo de la familia para la que trabajaban. Por ejemplo: la no utilización del sebo en la condimentación de las comidas, las onzas de carne que debía de componer como mínimo la dieta  por persona, las libras de hogaza de pan por persona y día, los cuartillos de vino que debía acompañar a cada comida, etc, etc. Respecto al trabajo, el orden como se debía seguir la siega, con el fin de que no llegase a desabastecer el acarreo de mies a la era, el cargo que cada una de las partes tenía en las herramientas utilizadas, como y de que manera se aportarían  las provisiones y comidas, a que horas deberían ser recogidas por  los zagalillos, encargados de ir al pueblo a por esos alimentos, etc. etc.
Punto importante de estas estipulaciones era que el 15 de agosto, – día de la Asunción, – debía estar toda la siega terminada, como tiempo máximo. Esto hizo que  algunas cuadrillas se ayudasen entre sí, llegando a constituir una tradición que el final  de la siega  se hiciera el 14 de agosto, reuniéndose varias cuadrillas en  La Casa Blanca y allí lo celebrasen. El día siguiente se dirigían al pueblo donde la fiesta se hacía con todos los vecinos del pueblo, siendo una fiesta sonada y sonora por los acontecimientos que en ella se producían, se hacían cosas un tanto pintorescas a juicio de los conceptos que hoy tenemos de las cosas y de las relaciones humanas, pero siempre el respeto y buen ambiente, la alegría y el jolgorio reinó entre los celebrantes de la fiesta.
Quiero referirme aquí a un suceso muy curioso y  celebrado, después de que todo se aclaró y resolvió satisfactoriamente, ocurridos en la fiesta de los segadores en La Casa Blanca el 14 de agosto de 1984.
Habían ocurrido en los meses precedentes al verano, una proliferación de robos en varios pueblos de la comarca, que hacía que la población estuviera muy alarmada. En algún caso fueron acompañados de crímenes, lo que hizo movilizar al orden público de entonces. Destacamentos de la Guardia de Asalto se desplazaron desde Palencia y lo que se estaba formando en algunos pueblos para contrarrestar esos abusos, los llamados mas tarde «somatenes», se pusieron en acción en busca de los responsables de aquellos hechos.
Se había empezado a difundir  la existencia  de varios grupos o caravanas de gitanos y quincalleros.
Siguiendo pistas que en los pueblos se iban dando, unas ciertas y otras falsas, se condujo a la comitiva de perseguidores hasta la Casa Blanca de Castil , donde decían habían llegado unos gitanos que se habían refugiado al amparo de los segadores.
Cierto que allí estaban unos gitanos, los cuales nada tenían que ver con los sucesos por los que se les buscaba, y que pudo muy bien aclararse, en cambio participaban de la fiesta que allí se celebraba. Dada su condición flamenca, dispuestos al cante y al baile, habían hecho que el ambiente subiera de tono desde que se incorporaron. Fue tal el ambiente que se creo, que se contó durante muchos años que una vez comprobada  la inocencia de los gitanos en los hechos por los que se les buscaba y perseguía, los que lo hacían se unieron a ellos en el jolgorio. Se contó que aquello terminó como era lógico ocurriera, con juerga, cante y baile hasta la salida del sol del día 15 de agosto.
Desde entonces se cantó esta copla que decía: Los Guardias y los gitanos / juntos en una fiesta / que en la Casa Blanca hacían / los segadores / finalizada la siega. / Y  acabaron los recelos / con esto en  Castil de Vela.
He recogido algunos detalles más que no puedo exponer, por requerimiento de espacio. Todo lo relatado aquí lo oí contar a personas que lo vivieron. No  he podido contrastar la  veracidad de cuanto se me contó.

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