En un comentario que leí el pasado día de San Pedro, (29 de junio), del Sr. Ruiz Ortega, me gustó porque se refería a como los pastores se dirigían a sus amos por esas fechas del siglo pasado, para preguntar si continuaban en la labor de cuidarles sus rebaños y dice se hacía con esta sutil pregunta: ¿quito las cencerras para San Pedro? Ya que se hacía con suficiente antelación, para tener tiempo de contratar a otro y buscar él nuevo amo. Las cencerras que llevaban las ovejas eran propiedad del pastor. Esto me ha inspirado para añadir este comentario.
En casa de mi padre casi siempre hubo un atajo de ovejas y tuvo un pastor. Le solían durar varios años, cuando eran jóvenes y solteros vivieron con sus padres, aun que en otros casos eran lo que se llamaba “con sueldo y mantenido”, pero siendo casado y con hijos, había que proporcionarles una vivienda para su vida familiar.
Aun que el pastor se ocupaba de todo lo principal, tanto en el aprisco, como en el pastoreo en el campo, eran muchas las labores en las que había que ayudar al pastor. Sobre todo en el ordeño y en la paridera. Una labor muy dura era la limpieza del estiércol en el aprisco, con la lana cuando llovía entraban muy mojadas, se humedecía el estiércol, se le echaba paja para secarlo, pero si esto se repetía se iba elevando el nivel del piso hasta a veces llegar a la altura de los comederos, había que eliminarlo, trabajo agotador, ya que además de mucha cantidad estaba prensado con el pisar de las ovejas, había que cavarlo fuertemente para desprenderlo. Ese estiércol era muy valorado para el estercolado de las fincas, pero el trabajo de extraerlo era enorme. Había que hacerlo y eso en invierno con alguna frecuencia.
Cuando se estaba en plena paridera, había que estar pendiente día y noche de que nacieran bien los corderos, si alguno presentaba problemas, había que estar al pie para ayudar a la oveja, podía suceder que naciera muerto el cordero, incluso morir la madre si no se actuaba a tiempo. Con 80 -90 ovejas en periodo de parto, casi todas las noches había nacimientos, en los dos meses que duraba esa operación. Por mucho que se cuidase, era habitual encontrarse al amanecer algún recién nacido, producía gran alegría, sobre todo si se le encontraba ya mamando… Mi hermano y yo nos turnábamos en esa labor de ayuda al pastor.
He comentado que mi padre siempre tuvo condicionado al pastor a que tuviera nombre a todas las ovejas, así a él sin salir de casa, se le informaba que oveja había parido, si era macho o hembra el recién nacido, si era esta, si era de conservar para vientre, etc, era una comodidad, reconocida después por todos los pastores que al principio les parecía un poco complicado. Las otras ovejas, unidades sin esas características ya no se les exigía tanto, corderas, cancinas o carneros, hasta un total de 150 aproximadamente. Nos gustaba a nosotros poner algún nombre a las ovejas, aun que casi todos respondían a una cualidad de la misma. La guiona, la paloma, la triste, la generala, la moños, la chata, etc, etc.
Otro trabajo a tener en cuenta era el principio del ordeño. Pasado el tiempo del mamar de los corderos y eliminados los machos vendidos para lechazos, las hembras, las de mejor genética se las dejaba para madres. Había que ayudar al pastor que en los primeros días y hasta que se adaptaban al ordeño, había algún problema. El condicionante principal es que esa labor se iniciaba a las 5´30 de la mañana. Después de los primeros días, no era tan exigible estar presente antes de empezar el ordeño, pero sí el resto de la operación.
Otra labor importante: El esquileo en el inicio del verano, labor que hacían tres profesionales venidos de Villarramiel, a los que había que ayudar, cogiéndoles y atando las ovejas, enrollando los vellones, etc.etc, esa labor que podía durar dos días al año era dura y agotadora.
La labor que solo afectaba al pastor, era la de andar por todo el término municipal pastoreando al rebaño, para que se alimentase de las hierbas y rastrojos, trabajo más durísimo por tener que hacerlo con los fríos del invierno y los calores tórridos de Tierra de Campos del verano, sin que en nuestro pueblo se facilitasen, ni las sombras de los árboles, ni las fuentes o lugares donde encontrar agua. Aquí ya he relatado la estrategia de un pastor, el Sr. Severo, que se habituó a beber dos botellas de agua al inicio de la cena y no bebía nada más en todo el día. Decía que acostumbrado no le era costoso mantenerse así y no sentía sed.

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Pasados de las principales operaciones con las ovejas, hay más, me ocuparé también del producto confeccionado con la leche de las ovejas,…”Hacer el queso y venderle”.
La operación de hacer el queso generalmente recaía en las mujeres de la casa, también teníamos que ayudarlas, siendo que mi madre, tuvo un periodo que una enfermedad se lo impidió y tuve que ser yo quien la reemplazara, el trabajo no era tan duro como los ya citados, pero había un hándicap que lo hacía tan o más costoso, “el frio”. En aquella época de mediados del siglo XX no se contemplaba hacer nada para tener comodidad, se hacían las cosas tal como aparecieran. Pasado un patio, había un local con ventanas sin cristales o parecido y abierto por todos los lados, con temperatura no superior en invierno a 5 – 7º. Había que estar bien abrigado con pelliza, las manos sin guantes, (no existían) el agua de la salmuera en que se metían los quesos más fría aun, etc. Esa operación que se hacía entre las 19 y 20 h, llevaba una o dos horas, cuando se terminaba y se retornaba al comedor de la casa, costaba recuperarse del intenso frío.
Los quesos había que darles vuelta en la salmuera y pasados unos días a secar en una tabla en secadero en la panera y allí también periódicamente darles vuelta. Y el …..¡¡sábado!! a Villalón a venderlos….
Esta misión la hacía habitualmente mi padre, alguna vez llevándonos a uno de los hijos para que fuéramos aprendiendo. Muy temprano haciendo los preparativos de viaje de 20 Km. y procurar estar pronto por que se vendía mejor. A las 8´30h. en el mercado. En invierno se salía al despuntar el día. El tipo de queso que hacíamos era: redondo y curado de aprox. 2 Kg. y de “pata mulo” o de tipo Villalón fresco y de 1 Kg. La posibilidad de que la climatología impidiera ir al mercado, jugaba un papel importante para hacer uno u otro, el fresco no se podía retener varias semanas. También ahí otra indisposición de mi padre, me obligó a mí con 16 años ir a vender el queso a Villalón. Y la indisposición del padre de otra familia con ovejas obligó a que una hija de 15 años, fuera también a lo mismo, vender el queso y lo hizo acompañándome, aun que a ella la esperaba una tía hermana de su madre, que vivía en un pueblo próximo y ella la hizo toda la operación. Eso es imposible explicar, los profesionales compradores, eran unos “granujas” había que estar con 100 ojos para que no te engañaran, y con mi edad, era más que habilidad y sagacidad lo que había que tener, creo que salí bien de esos difíciles trances. Claro que mi padre me tenía recomendado los 3 o 4 compradores en los que me podía fiar algo y con mucho cuidado, no en vano se decía por entonces, referidos a los queseros, (no a los vecinos de Villalón) aun que muchos vecinos lo eran, “ una frase difamatoria para los queseros” (calificándoles de ladrones), había que tener mucho, ¡¡mucho cuidado!! Con el peso, con el descuento de la tara, y con el dinero, etc, etc. Así las generaciones de entonces aprendimos a sabernos defender en la vida. Yo estoy orgulloso de la escuela que la vida nos puso a nuestra disposición para enfrentarla con acierto y decisión.
Me decía una persona en un comentario sobre los trabajos duros del campo: Si hoy día un padre manda a un hijo de 16 años hacer esas labores, seguro que se le denuncia judicialmente por abuso y trato indiscriminado para su edad, porque le puede perjudicar psicológicamente. Entonces todos éramos aptos para colaborar en el trabajo, y realmente lo hacíamos bien. No se tenía en cuenta el posible efecto psicológico que pudiera afectar al menor. Eran menos puntillosos en las ayudas de los menores en el trabajo.
He querido aportar esta labor de los jóvenes a mediados del siglo XX, para que las juventudes del siglo XXI puedan equiparar la forma de vida, costumbres y trabajos de hace dos tercios de siglo. Debería de llevar a reconocer las ventajas que nos ha proporcionado la evolución y adelantos que nos ha traído la vida y sus circunstancias. ¡¡agradezcámoslas!!

Francisco Delgado Sahagún

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Showing 2 comments
  • fradesa@ono.com'
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    Tengo que añadir que en el relato nº 8 de esta misma sección de La Solana, ya anoté en 2001 como a mediados del siglo XIX unos chavales, ya que en Castil y en su entorno, la denominación de niños solo se daba hasta los 8 -10 años, y a estos se les llamaba «chiguitos», a partir de esa edad eran ya chavales, aptos para colaborar en la casa en trabajos y otras colaboraciones.
    Los del relato, chico y chica de 13 y 14 años, tuvieron una experiencia impactante, causada porque no teniendo reloj, se guiaron por las campanadas de las de un vecino y queriendo iniciar el viaje a las 5 de la mañana, oyeron las 5 últimas de las 12, hora a la que parece salieron hacia Villalón al mercado. En el camino les sorprendió el «robo de la iglesia de Gatón de Campos». Os invito a que leais y vereis que fueron testigos involuntarios. Y cómo se afrontaba la economía humilde de una familia. Procedimiento que llegó hasta nosotros. Afortunadamente ya no sucede y nos congratulamos por ello.

  • 1948Poves@gmail.com'
    Herenio
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    Precioso y preciso relato. Soy el hijo del esquilador de Castromocho, durísimo trabajo diría yo. Enhorabuena sr. Delgado

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