Ha sido una constante de todos y siempre, que al referirse a los tiempos pasados, más o menos lejanos, el comentario siempre ha sido el mismo, “como ha cambiado todo en la vida” o “esto no se parece nada a lo de antes”, y eso lo aseguran las personas mayores y las más jóvenes son menos conscientes de ello, aun que también lo reconocen. Unos consideran hemos ido a mejor, otros lo ponen en duda en determinados casos.
Los que vivimos justo dos tercios del siglo pasado, además de reconocerlo por la experiencia de vivirlo, contamos con que en aquellas fechas en las que no nos distraía, el móvil, el WhatsApp, los Twiss, o el Facebook. Se conversaba mucho, y los mayores nos contaban sus experiencias, por ello se podía ser menos informados o leídos en libros y documentos, pero se sabía mas de las cosas que aun que vulgares, podían tener su encanto conocer y nos daba un saber especial para la vida, en muchos casos de vital importancia.
Hoy me sugiere hablar de esto, por dos razones, una que hace poco se ha propuesto no sé si ya decido que un empresario, empleador o su círculo en la empresa, le esté prohibido, fuera de las horas de trabajo, dirigirse a un empleado por teléfono para hacerle una pregunta, por simple que sea o le haga una consulta por insignificante que pueda parecer. A mí me surgen cientos de preguntas imprescindibles a cualquier hora del día, aun que sea festivo, por ejemplo: “donde pusiste las llaves que no las encuentro”, y cientos de consultas parecidas. También que amables lectores de mis comentarios me confiesan, que les ha gustado conocer trabajos que se hacían a mediados del siglo XX, que por su juventud no conocían y ahora han podido saber lo duros que eran y cómo se realizaban. Me lo agradecían y me pedían siguiera haciéndoles conocer más.
Esto me ha hecho recordar como a falta de radio y TV, en aquella época se hacían tertulias de 8 o 10 personas en las que nosotros, adolescentes, yo al menos asistía y oía contar a los mayores historias falsas o reales que tenían un especial encanto, además la práctica de contarlas les hacía especialistas del relato ameno y entretenido. Tuve la suerte de contar con mi padre que era de lo más admirado en aquellas reuniones, de él tomé nota de muchos de mis comentarios aquí, fui testigo muchas veces que al llegar a una asamblea de personas que estaban pasando el rato, o tomando el sol, alguno de los presentes, se dirigían a él, pidiéndole: “Isaías, cuenta aquello de….??” , le pedían contase lo que ya había contado cientos de veces, y se sumaban a la petición los demás presentes. Lo volvía a contar y los allí reunidos se reían, o se emocionaban. Pero pasaban el rato agradablemente. Me es muy grato encontrar aun personas que le recuerdan por ello y vean en mí alguna referencia que les haga recordarle.
Voy a relatar un hecho del que estoy seguro que los nacidos en este siglo XXI y en los últimos años del pasado no han oído ni hablar.
En los trabajos del campo, Castil y los otros pueblos de Tierra de Campos, se hacía con la ayuda de -caballerías-, caballos, machos, y mulas que eran la mayoría. Eran animales muy apreciados y valiosos y así se les cuidaba. Por ello los criados, (obreros del campo o trabajador por cuenta ajena) que servían en casa de algún terrateniente, (hoy día se diría empresario agrícola), tenían toda la responsabilidad de cuidar de ese ganado del que se servían para el trabajo. Durante el mismo, dándoles el descanso necesario y reglamentado, llevándoles a beber, todos los días del año, no había excepción por ser día de fiesta. Y lo que ahora voy a señalar. Tenían que dormir, al menos uno, si eran varios los criados, en la cuadra al cuidado de ese ganado, lo que en el argot militar se llamaba “hacer imaginaria” , ¿y para qué? Para cuidar de esos animales y para que a media noche, sobre las 5 de la madrugada echarles un pienso, para que a las 6 -7 de la mañana al ir a aparejarles para empezar a realizar la jornada de trabajo, ya iban con la comida hecha. El pienso de esa hora de la mañana era mas de paja con harina, cebada u otros cereales, la de la noche más de forraje que lleva más tiempo en comer.
El tiempo en el que el criado podía dormir, lo hacía en un camastro situado en lugar en alto, parecida a las conocidas y actuales literas, desde la que se divisaba toda la cuadra y a todos los animales, se llamaba “la tarima”, que tenía como colchón una saca de hojas de maíz. Aun que el calor del ganado mantenía un ambiente agradable, se disponía de buenas mantas, nada de sábanas ni ropa recambiable, ni creo que se desvestían, dormían vestidos dispuestos a saltar para echar ese pienso o si surgía cualquier emergencia. No había agua corriente, solo agua en un recipiente o se iba al pozo si lo había a lavarse desperezándose con agua recién sacada de él. Así se permanecía de lunes a sábado. El sábado por la noche se le concedía la libertad de poder ir a dormir a su casa y con su mujer, si era casado. Por eso a los hijos de los criados, obreros en esas condiciones, se decía eran, “hijos sabadeños”. En el caso de labradores que tenían más de un criado se permitían turnarse, y una semana podía dormir toda en casa y con su mujer y la otra en la cuadra. Queda pues demostrado que sus horas de servicio o disponibilidad eran las “24 horas del día”. Y no llamando por teléfono, como ahora prohibirán, sino presenciales en lugar determinado.
Los que podría decirse con lenguaje actual, éramos “autónomos”, dormíamos en la cama, teníamos las mismas obligaciones de a las 5 h. levantarnos para echar el pienso a los animales y darles tiempo a que lo comieran antes de la salida al trabajo. Existía en la cuadra, la misma “Tarima” en este caso, para solventar la emergencia de que un animal se pusiera enfermo y hubiera que vigilarle, uno de la casa, quedaba permanente en la cuadra, durmiendo lo que le permitiera la contrariedad de la enfermedad del animal.
Debo señalar que por los años 1940 y próximos, se fue aliviando estas obligaciones, se echaba el pienso al levantarse para el trabajo, dándoles un tiempo de 20 minutos o media hora para que lo comieran y dejó de ser obligatorio que los obreros durmieran en la cuadra ¡siempre! ya era solo en casos de emergencia, poco después ya se eliminó esta costumbre, en parte porque los animales fueron remplazados por los tractores, que no tenían esas necesidades o exigencias. Yo conocí a un buen señor que hacía tertulia donde acudía con mis padres, aprovechando el calor que el lugar ofrecía en invierno, “el horno de la panadería”, cuando llegaban las 21 h. de la noche, se despedía porque tenía que ir a dormir a la cuadra de su amo. Muchas veces se le hizo la pregunta obligada, “¿cómo llevas tú esta obligación, te cuesta mucho no poder dormir en casa y con tú mujer?”. Respondía que ¡NO! era una norma a la que estaba ya acostumbrado, y que dormía bien, salvo algunas noches que oyendo ruidos, encendía la luz y veía a las ratas correr por toda la cuadra. No había entonces “raticidas” solo las trampas y ratoneras que se ponían en todas las cuadras. Bajaban a comer el pienso de los animales. Se solían tener un poco limitadas, pero seguían compartiendo espacio. Pienso que alguno que lea esto le de un poco “repelús”, pensar en tener que compartir espacio con las ratas, algunas tan grandes que parecían conejos pequeños, como decía el criado cuidador, todo es cosa de acostumbrarse”, porque ciertamente no ocasionaban daño ni a personas ni a animales.
Mi padre nos contaba la anécdota, de que estando de joven, invitado en una fiesta familiar en Tamariz de Campos, un domingo en la tarde-noche, llegaron tres de los criados de aquel gran hacendado, llegaban para dormir en la cuadra, eran tres en las que tenía recogido su ganado y así dormía cada uno en una de ellas. Tuvieron que pasar por el amplio portal donde celebraban el baile de fiesta, para ir a la parte de atrás de la casa, donde estaban los apartados para el ganado. Cada uno de ellos llevaba al hombro su alforja con la vianda del día siguiente lunes y su botijo de agua. Contaba que le extrañó mucho, porque no conocía esa amplitud de vigilantes, para tantos animales como tenía en varias cuadras.
Me queda señalar, que en las tertulias a las que me he referido, se hablaba de temas muy variados, y todos los asistentes exponían sus opiniones y relatos, se comentaba poco de política. Todo lo contrario a lo que ocurre ahora, claro que en aquella época o no interesaba, o se eludía por conveniencia, aun que en el círculo en qué se estaba, no había prohibición para hacerlo, solamente cuando había algún cambio de gobierno, cosa poco habitual, se hacía referencia a las personas que le formaban y se comentaban sus biografías. Había cientos de cosas más interesantes y curiosas o vivencias de los asistentes que hacían la velada muy entretenida y amena. Se contaban muchos sucesos de los antepasados, que nos permitía conocerles y saber de ellos. Se exponían expresiones o comentarios de los antiguos que eran auténticas sentencias filosóficas o científicas que habían dicho personas normales del pueblo y por lo que teníamos que admirarles. Y a los niños o adolescentes como yo, aprendíamos mucho de esos mayores y sus historias, cosa hoy desconocida, porque ya no existe el diálogo entre generaciones. El uso excesivo de los medios digitales y de consumo mediático, ha anulado lo que a mediados del pasado siglo tanto se practicaba “la conversación vis a vis”. De allí surgió mi afición a los comentarios, que aquí expongo y que … yo llamo ¡¡RELATOS!!

León, noviembre de 2018
Francisco Delgado Sahagún

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«Las mulas muy buenas para el trabajo, eran apreciadas, valoradas y muy cuidadas. También se usaban caballos y machos»

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  • fradesa@ono.com'
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    Quiero añadir estos datos: Una mula en los años 40-50 era una fortuna, prueba de ello es que mi padre compró el 5 de octubre de 1951 una mula extraordinaria de 2´5 años por la que pagó 24.000 pts. Eso para que se tenga una comparación al día de hoy, sería así como unos 30.000 €.¡Un capital! La pusimos de nombre Reina. Y emparejamos con otra comprada en 1940 por la que pagó 3750 pts. Hicieron un tándem de paeja ideal, aquella tenia el nombre de Princesa. Estas fueron varios años mi pareja. Tenía con ellas la consideración de quererlas. Se cuidaban mucho por lo que suponian para una casa y una familia. Si se tenía la desgracia que una se murieda, todo el pueblo participaba en el casi-duelo de todo el vecindario. Era difícil comprar por pareja bien conjuntada, lo encarecía, como se ve en las de la foto anterior, había que ser «muy rico» para ello. En Tamariz de Campos, se daba mucho esa circunstancia y eran muy admiradas. Cuando trabajábamos en el límite de los dos pueblos, pasábamos a verlas si algún labrador trabajaba cerca con pareja de esa categoría. Teníamos especial admiración.

  • jlrodriguez@ava.es'
    José Luis Rodríguez
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    Hola Paco.
    Efectivamente Paco. Esa continuidad entre generaciones que existía antes en el ámbito familiar (y más en los entornos rurales) permitía ese traspaso de la memoria entre generaciones, sin corte alguno.
    Pero aquí el éxodo rural nos ha traído esta desconexión con nuestros antepasados y eso es una auténtica pérdida porque es como si de repente desaparecieran bibliotecas enteras en las que antes se aprendían miles de cosas.
    Y en cuanto al tema en concreto, creo que no se ha reconocido lo suficiente los siglos de labores agrarias que realizaron esas caballerías, hoy ya completamente desplazadas por la maquinaria.
    En Melgar también pasaba lo mismo: animales y hombres durmiendo en el mismo espacio para favorecer la mejor realización de las tareas del campo. A algunos tíos míos les tocó también dormir entre pajas para atender a las caballerías.
    Vivencias personales y colectivas que difícilmente aprenderíamos en archivos y bibliotecas porque, fundamentalmente, se traspasaban oralmente entre generaciones. A la solana, “a la obrigada” (como dicen por aquí cuando se ponen al abrigo del frío), o al calor de la lumbre…

  • anamaria1914@hotmail.es'
    Ana Maria
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    Buenos días Paco……….y buen viernes¡¡¡
    …Pues va a ser que aún tengo cosas por leer y disfrutar, que guapo tenía que ser vivir estas cosas, lo mismo que cuando aún recuerdo el brasero en casa…..como me gustaba, y, me gusta….todo lo que sea calefacción con fuego, me entusiasma que ni imaginas…..creo alguna vez ya te habré dicho lo que me gusta el fuego….lástima del daño cuando lo produce, o los incendios cuando produce daño, muertes, se lleva los esfuerzos conseguidos de toda una vida……hasta me cuesta el respirar, pero…todo y con eso no puedo dejar de mirar el fuego……lo encuentro tan soberbio, tan suyo……poderoso….mágico…..en cambio, no me hables del viento, no puedo con él, y, en cambio todas las fuerzas de la naturaleza en su justa medida, son necesarias……pero el fuego, para mí es otra cosa, es especial.

    …Un abrazo y un buen fin de semana¡¡¡

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