La experiencia siempre se ha considerado, un valor de la persona que condiciona tanto para la vida propia, como para exponerla ante los demás como instrumento de enseñanza. Los que hemos llegado a una edad avanzada, la hemos adquirido y podemos mostrarla a veces con orgullo y otras con cierto pesar. Lo que es menos normal, es que pueda ser para asombrar o “impactar” a quienes se les facilite conocerla. En este caso que voy a contar, es para decir que, en mayo del año 1987, por tanto hace 32 años, fui testigo de la muerte de una persona, a la que se le pudo señalar como por mi causa, sin que yo tuviera nada que ver, ni intervine en ella. Yo mismo me asombro al relatarlo y explico con detalle todo lo sucedido.
Estaba en uno de los módulos de la UCI de un Hospital, después de una gravísima operación quirúrgica, larga, arriesgada y de resultados inciertos, hecha a destiempo por la desidia o desatención de la doctora que estaba de guardia cuando me llevaron en ambulancia, enviado desde otro centro hospitalario por la urgencia que mi enfermedad representaba y que en él no me podían hacer. La doctora de guardia, sin actuar y diciendo al familiar que me acompañaba, “se puede ir para casa, y volver mañana a las 8 h.” Cuando regresó mi esposa por la mañana y me encontró tal como me había dejado la asustó. Me habían puesto en una habitación yo solo y sin visitarme en toda la noche. Fui operado trece horas después del ingreso y 25 horas de los primeros síntomas de apendicitis. Pasada la operación y por la habilidad del cirujano, pase a la citada UCI, donde estuve cuatro días. Mas otros tres en habitación de planta. Con mucha y buena atención del cirujano, a quien le manifesté lo desatendido que había estado. Gracias a él, la mejoría la noté de inmediato y progresiva. La doctora se había justificado diciendo que “yo, no me había quejado, ni les había llamado”.
En el módulo de al lado, estaba otro enfermo en peores circunstancias, del que me separaba una débil cortina, padecía de muchos dolores, que manifestaba con audibles quejidos. Era persona mayor, la escasa separación, hacía que yo percibiera todos sus movimientos, lamentos y rezos, en lo que se dedicaba la mayor parte del tiempo. En el tercer día de estancia allí, observé que fue visitado en la mañana, en el escaso tiempo que daban para ello, por un hijo. Yo intenté conversar con él, sin vernos, por la cortina que nos separaba, pero él no me respondió, supuse que no se lo permitían los dolores. Quería consolarle, ya que unos días antes había tenido yo un episodio parecido, y con la misma forma de aliviarlo que él, rezando toda una noche en que estuve desatendido, sabiendo la gravedad de mi enfermedad.
Una enfermera, en este caso, me preguntaba con frecuencia, si aquellos lamentos por los dolores, algunos muy expresivos, me molestaban. Le respondí que considerando la causa por la que lo hacía, lo lamentaba y había intentado consolarle, los aceptaba como expresión de solidaridad por mi parte. Siguió con sus quejidos y por la tarde, la misma enfermera, vi que expuso al médico que no debían dejar allí al enfermo, por lo que molestaba “al que estaba al lado” y sería para toda la noche. Había módulos libres al otro extremo del local, le propuso pasarle a ese otro lado, lo que suponía distanciarle unos 7 m. mas. Como estaba sometido a máquina de mantenimiento de sus facultades vitales, desconectarle unos segundos para el traslado suponía un riesgo, médico y enfermera dispusieron todo para que eso no se produjera. Yo observaba toda la operación tranquilo, yo no tenía dolores y vi cuando y como se hizo. Pero me preocupé cuando pasada una media hora, empecé a oír, como daban por muerto a aquel enfermo. Lo lamenté y mas, que pudiera haber sido para evitarme a mi pasar una mala noche, por quien al lado estuviera expresando sus dolores con lamentos. Aquello me impactó mucho y seguí rezando por él, al mismo protector a quien yo también le tengo devoción.
Pedí a mi familia el periódico del día siguiente, en el cual encontré como era habitual en aquellas fechas que en la esquela del fallecimiento que encontré, figuraba su domicilio.
Pasados unos días y una vez me dieron el alta, una de mis primeras acciones fue, la de pasar a visitar a la familia de aquel señor, que me imaginé lo estarían pasando especialmente mal, ya que a las 13 h. le visitó el hijo y a las 17´30 h. de la tarde le notificarían su muerte. Suavicé todo lo que pude su dolor, justificando lo ocurrido, ya que ellos no encontraban explicación, sin mentar el cambio del lugar, ni otros datos que pudieran aclarar el hecho, pero si les dije que, mi expresión normal en esos momentos, sería decirles, “les acompaño en su dolor”. Pero viendo la resignación que él mostraba y lo mucho que rezó a San José, estarán muy aliviados, sabiendo que siendo el Patrón de la Buena Muerte, esta le llegó con la mejor compañía, ya que tuvo que asistirle en ella. Yo pensé que no fue error de quienes lo tenían todo bien estudiado para el traslado, sino la mejor salida para no sufrir, que le dio quien le patrocinaba. Sepan, les dije, que tan solo hace unos días yo también pasé entera una noche, dirigiéndome al mismo protector que él y hasta le he atribuido algo de lo prodigioso de mi restablecimiento. Tuve médicos conocidos, que me dijeron era incomprensible que retardar esas horas en una operación de peritonitis, no hubiera tenido consecuencias dramáticas, que no tuve. Por tanto les di motivos para que se sintieran muy consolados. A ellos también les sorprendió lo afortunado que fui en esos trances tan vitales.
La esposa me contó cosas de él y su devoción a San José, y me dijo, “sepa que hemos recibido muchos testimonios de condolencia, pero esta suya es la que mas agradecemos, porque nos alivia el dolor de manera muy eficaz”. Nadie nos informó de forma tan clara y directa. ¡¡Muchas Gracias!!
Decía al principio lo que nos da la experiencia a los de edad avanzada, pero esta que os he contado, es una de las que más me ha “impactado”, por lo vivido y por lo que me dijo la familia y que siempre he tenido presente, de aquel a quien ni conocía, ni tuve ocasión de ver, en el especial lugar en el que nos encontramos y compartimos. ¡¡¡¡¡Así es la vida de sorpresiva!!!!!
Francisco Delgado Sahagún
La vida está llena de cruces,amigo Francisco,que se pueden convertir en luces si contamos con fe,fuerza y espíritu de sacrificio y superación.
…………..La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida…..más que verdad, viviendo situaciones de cosas que son inexplicables, que no se entienden, pero….que ocurren….
….Dejan marcas y recuerdos de cuando han ocurrido….y, que por haberlas vivido y contado, una gran mayoría de veces ni han sido creídas¡¡