Un domingo del mes de noviembre, en la época de los 50 del siglo pasado, sucedió en Castil de Vela el “relato” que a continuación expongo. Se contó muchas veces por allí, sin que tengamos confirmación, al menos yo no la tengo de su autenticidad.
Antes he de indicar, en aquella época era costumbre, que durante el mes de noviembre se tocaban las campanas de la iglesia, llegada la noche con el toque fúnebre que se llamaba “de ánimas”, ya que era la forma de invitar a quienes las oían, a dirigir una oración por las almas de los que habían fallecido.
Como todas las tardes de domingo muchos las pasaban en la cantina de Isabel, después de Exiquio, jugando partidas de cartas, habitualmente de “brisca”, aunque también se jugaba al tute y al mus. En este caso fue a la brisca a lo que se jugaron varias partidas. Quienes formaban el trío de compañeros, contra otros tres, fueron: Victoriano “El Rata”, esclusero de la Tercera, Ángel Palacios de la Cuarta y el Sr. Claudio Baraja encargado en el Caserío de Villalinvierno. A pesar de tener reconocido prestigio para este juego, tuvieron una tarde nefasta y perdieron todas las partidas. Por ello que al final de todas ellas, se sentían muy decepcionados y pesarosos. Fue por esto que los otros jugadores les invitaron a dar unas manos a jugar a “la siete y media”, para ver si su mala suerte o mala racha variaba a algo más positivo. Sucedió que continuó y las cosas no mejoraron, sobre todo en el caso de Ángel Palacios y Claudio Baraja. El de la Tercera no había sufrido tanta derrota. Las pérdidas no eran importantes, ya que en un juego, era solo por las consumiciones de todos y la honrilla de ganar, en el otro eran unos reales para ver si hacían variar la suerte.
Con todo ello, se había hecho más tarde de la hora a la que acostumbraban a dar por terminado el juego. Se dispusieron a volver a sus casas, que en este caso distaban del pueblo dos y medio, y tres y medio kilómetros.
Iniciaron el camino y, al pasar junto a la iglesia, decían que les dio un poco de impresión el hecho de que las campañas ya estuvieran haciendo el “toque de ánimas”. Continuaron su camino y cuando habían recorrido como medio kilómetro y llegaban a la altura del pago de La Cigaleña, observaron que un caminante iba tras ellos, de forma que les estaba dando alcance. No les preocupó, ya que en aquella época no era de temer a ningún caminante, por que no se producían actos delictivos ni peligrosos. Era habitual además encontrarse a gente por los caminos. Era muy normal, aunque no a esas altas horas, pero interpretaron que algún retrasado como ellos se le había pasado de la hora. Cuando el encuentro se produjo, se saludaron muy atenta y educadamente y pronto compartió conversación con ellos el recién llegado.
Intentaron saber quien era el viajero solitario. Pero no pudieron descubrirlo, ya que él no permitió le conocieran, solo que se dirigía a Palacios de Campos y que su atuendo era, cubierto con capa como prenda de abrigo y sombrero de ala ancha que le cubría la cabeza y ocultaba la cara, la oscuridad de la hora impedía reconocerle.
La conversación que llevaban los dos compañeros caminantes no podía ser otra que la de analizar las causas por las que habían perdido todas las partidas de “brisca”. Observaban en qué habían fallado sus estrategias y cálculos de jugadas y en qué sus contrincantes habían acertado para ganarles. Era muy entretenida la conversación cuando su incorporado compañero de viaje se juntó a ellos. Pronto empezó a entrometerse en esa misma conversación, en la que ellos pensaron no debería tener conocimiento para poder opinar al respecto. Se vieron muy sorprendidos, por algunas consideraciones que hacia de sus fallos y las habilidades y sagacidad de sus contrincantes, para algunas jugadas en las que les habían ganado. Eso hizo que le escuchasen con la máxima atención y vieran que parecía conocer en profundidad las circunstancias en las que se había desarrollado el juego.
Siguieron el camino hasta llegar a la Esclusa de la Cuarta, donde Ángel se tuvo que despedir de los otros dos, que continuaron hacia el Caserío, pero en ese trayecto ya le expuso, al que continuaba de los dos compañeros de juegos en qué habían fallado en su juego posterior de las “siete y media”. En ese análisis, daba la impresión de conocer con exactitud como se había desarrollado el juego, incluso le comentó algún mínimo detalle, que podía ser considerado como ”trampa”, por quien repartía las cartas. Le hizo algunas consideraciones más, que le llevó al acompañante jugador de las partidas, a sospechar de que él, por el enorme conocimiento de todo de cuanto se manifestaba, parecía un observador que había estado presente durante el juego y que además, conociera ciertos entresijos del mismo, incluso intimidades del resto de jugadores e intención de estos.
No podía salir de su sorpresa y asombro, por lo que volvió a intentar saber: ¿quién era aquel desconocido viajero, conocedor con todo detalle de todo lo acontecido durante el juego de las cartas?. No lo consiguió y vio que él no quería se le descubriera. Su trato y comportamiento era exquisito y educado, su conversación amena y muy agradable, por lo que no procedía a importunarle más para la averiguación de lo que, en ese momento, era ya una profunda intriga por descubrir.
Al llegar próximo al caserío, y ser el momento para la despedida, el Sr. Barajas le invitó a que se quedase en su casa esa noche y al día siguiente continuase el camino. Pensó sería momento y forma de descubrir su identidad. El desconocido caminante rehuyó la invitación, que agradeció, pero le manifestó no podía aceptarla por que debía estar en Palacios al día siguiente a primera hora, para un asunto muy importante, privado y de orden económico.
Se despidieron muy cordialmente, siguiendo el caminante solitario en dirección a Palacios donde, a juzgar por el trayecto que le faltaba para llegar pensó no lo haría antes de la media noche.
El habitante del caserío contó a la familia, nada más llegar, lo sorprendente y misterioso de lo sucedido y el enigma que suponía aquel viajero que hablaba con tanto conocimiento de lo ocurrido durante los juegos, de los que habían salido muy mal parados durante la tarde-noche.
Al día siguiente fue a visitar a Ángel a la Cuarta para informarle de lo que el viajero solitario le añadió a la conversación que tuvo con los dos. Tan pronto pudieron, fueron a Palacios y preguntaron que había sucedido aquel “día siguiente”, que justificara la urgencia del viajero. Nadie les supo dar razón de nada ocurrido aquel día, ni supieron de nada, ni nadie que aquel día se hubiera reunido allí. Fue con todo un ¡ENORME MISTERIO!. Pensaron que aunque les dijo se dirigía a Palacios, quizá fuese otro el destino de su viaje, pero tampoco encontraron en los pueblos del contorno acontecimiento o reunión que hiciera justificable la urgencia de aquel desconocido viajero.
Los dos jugadores de cartas tuvieron en un momento una sensación, o presentimiento que les hizo relacionar el “toque de ánimas”, que oyeron a la salida de Castil, con aquel tan misterioso y sorprendente personaje que se les incorporó a la marcha.
Pasaron los años, se contó muchas veces en el “Rincón de la Iglesia” este suceso, y nunca se pudo dar explicación a tan extraña compañía en ese retorno a sus respectivos domicilios.
Intenté, antes de exponerlo aquí, tener una confirmación de la veracidad de lo sucedido, pero no he encontrado más que quienes, como yo, lo oímos contar sin más garantías de certeza en el suceso relatado.
Francisco Delgado Sahagún.
Cuando hace mas de 20 años se me invitó a escribir en la Revista La Solana, se me hacía como digno sucesor de mi padre, admirado relator. Podría reproducir todos los relatos que se contaban en el Rincón de la Iglesia, todos muy dignos de ser conocidos. En principio todos ellos referidos al pueblo de Castil, como aquello se alargó más de lo previsto, tuve que añadir otros comentarios personales o de los contados que eran inventados, pero muy amenos. Yo creí que con solo los hechos reales y de alguna importancia, me eran suficientes para cubrir esta página. Pero vi que había que adornar alguno contado que no era cierto en su totalidad, pero sí muy interesante. Pero lo que no me podía sospechar es que en diciembre de 2011, uno que me inventé para cubrir el de ese semestre de la revista, y que me parecía muy apropiado, me saliera una de mis lectoras a aclarar todo lo que tenía de “misterioso” el referido episodio. Me sorprendió la exactitud de lo contado y lo que ella le encontraba de coincidencia. Yo mismo me puse en duda de si habría tenido alguna influencia de conocimiento inconsciente. Para salir de dudas, consulté con un familiar muy próximo del citado “caminante misterioso” y siendo él reconocedor de las similitudes que se producían, nos confirmo, que nunca estuvo donde se dijo, ni visitó los lugares que se citan en la época en que se centra el relato, varios años después ya libre de temores y amenazas de persecución, ya anduvo por todos esos lugares, aun que no con el sistema de visión clandestina que se describe.
Quiero hacer constar que el 85 % de las historias contadas son basadas en hechos ciertos, y solo unos pocos no confirmo en sus finales la veracidad de todo lo que digo, es por lo que hago aclaración de que es lo que oímos contar, sin tener una confirmación cierta todo lo que en el relato se cuenta, no he podido averiguarlo, es manera de dejar al lector que decida su creencia en los hechos.
Os invito a que leáis el relato y el contra-relato y sus similitudes. León-julio-2019