Es cierto que nos parece que nunca se ha mostrado la sociedad tan poco colaboradora, para priorizar un comportamiento responsable cuyo objetivo sea el bien común, buscar lo que más favorezca a la sociedad, lo que a cada individuo le conviene y a todos en conjunto satisface y agrada. Lo que debía ser un objetivo prioritario.
Esto que debía originarse con el sentido común de la persona y la satisfacción de lo bien hecho y agradecido por la “ciudadanía”, expresión a la que acuden algunos en su particular definición de la colectividad, parece que no es tal, si analizamos los buenos comportamientos a los que algunos se niegan.
En mi intención de hacer conocer las formas de vida de los pueblos, ya en el siglo XIX, y en los principios del XX, tanto en Castil, como en los demás de Tierra de Campos, hay un hecho que merece ser considerado. Los trabajos en el campo, requerían de mucho tiempo en territorios alejados de la población. Ello aconsejaba disponer de algún lugar de albergue para solventar las inclemencias del tiempo, muy arriesgado sufrirlas sin algún medio de cobijo. Además que no existía nada para conseguir ese cobijo momentáneo o permanente, ni árboles, ni paredes ni nada.
En la década de 1880, en unos pagos del municipio de Castil de Vela, en el que mi bisabuelo Manuel Delgado Romo, tenía una amplia heredad, en el cruce de caminos de los llamados, Senda de Villada con el camino de Tamariz a Capillas. Decidió hacer una construcción, que sirviera para el cobijo de todos los que tuvieran que desplazarse allí para los trabajos, de segadores, pastores, atropiles y trabajos periódicos de todo el año, etc. Y que después sirviera para todos sus sucesores herederos con propiedades allí. Dicho lugar distante de Castil, Villarramiel y Capillas unos 3´5 Km. de cada uno de ellos, se trataba de un edificio de una planta de 7 X 4 m. con dos apartados sin divisoria, uno como hogar, en el que el piso estaba embaldosado, con un lugar para el fuego, para calentar o cocinar, la otra parte como cuadra, mullida con paja, para 6 caballerías. A dicho edificio se le conocía y popularizó con el nombre de “La casa Blanca”
Conocí como fue también utilizada aquella edificación por algún grupo de jóvenes perteneciente alguno de ellos a la familia, por lo que disponía de llave para su acceso. Ir allí a celebrar lo que ahora se diría “un botellón”, era el mejor lugar de independencia para esas celebraciones juveniles. Los pertenecientes a la familia eran varios ya que pertenecían a ella en origen, seis hijos varones y dos mujeres, como hijos, que se fueron multiplicando al llegar los nietos, que con el grupo que formaban con amigos y vecinos, hacían un gran colectivo, por lo que había que ir bien provisionados, aun que entonces eran menos los líquidos que se consumían. También llevaban los instrumentos que algunos tocaban y que favorecían la diversión. Es de asegurar que los desafinos o tumulto ruidoso no molestaban a los vecinos. Concluyamos con ello que en aquellos inicios del siglo XX, tenían un lugar bueno y adecuado para el resguardo cuando trabajaban y estupendo cuando se querían divertir ajenos a las reprensiones que pudieran hacerles los mayores.
Este tipo de edificios, no era un lugar único de los que existían en el campo, motivados en primer lugar por el muchísimo tiempo que se pasaba en él, expuesto a todas las inclemencias y penalidades que ofrecía el descampado más absoluto. El término municipal de Castil de dos mil quinientas hectáreas tenía en el otro extremo del mismo, en el camino y el límite con Palacios de Campos, otro edificio situado en una viña, que el uso de su denominación hizo se le conociera y así figuraba en el mapa municipal como “el pago de la viña de D. Ladis” que era su propietario. Un edificio más grande y completo y también a más distancia, a unos 4´5 Km. aquel casi les podía servir como eventual o pequeña vivienda. En otros lugares existían otras edificaciones. Pasada la esclusa de la cuarta del Canal de Castilla, había unos restos de edificios, que siempre conocí como “los corrales”, siempre les vi semi-derruidos y parece que procedían de haber sido corrales de ovejas. Y un kilómetro más adelante y al lado opuesto, había otra finca, que llevaba la misma denominación, “el picón de los corrales”, mi padre nos decía que allí también habían existido corrales de ovejas, o quizá carneros, ya que así se lo atribuía al abuelo. En ese lugar ya no existían restos. Los corrales de ovejas siempre tenían incorporado edificio para cobijo de los pastores, ya que la distancia al pueblo también era de 3´5 Km. En ese lugar como el anterior la ruta se dirigía indistintamente a Meneses o a Palacios, pasados el Caserío, la Ermita de Villalinvierno y el río Aguijón y las praderas que lo bordeaban, los caminos se bifurcaban a ambos pueblos
Todos esos edificios en su momento de esplendor, eran utilizados por muchos, en primer lugar para servir de resguardo a las inclemencias del tiempo, pero como queda dicho para otros menesteres como los festivos. Era determinante, la propiedad de los mismos, pero en una actitud generosa eran prestados a los que en momentos tenían que permanecer trabajando en las inmediaciones unos días o semanas, se solicitaba su utilización y se dejaban las llaves de acceso. Pero debían ser advertidos que si en los mismos periodos, algunos de los propietarios de los mismos les necesitaban la preferencia que tenían sobre ellos predominaban en su utilización.
Ahora que tanto se comenta el abuso de los “okupas de edificios y viviendas”, ya existía en los inicios del siglo XX. Demasiadas veces sucedió, que llegado a una casa-refugio un propietario, estaba ocupada por otra persona con sus animales, bien habiéndole dejado la llave uno de los copropietarios, o como sucedía muy a menudo, por quien había forzado la puerta y la había abierto, a veces con deterioros en ella. Por esta causa se suscitaron ¡muchas! disputas entre el okupador que no cedía de su uso indebido y el real propietario que se sentía impedido a utilizarla. En esto participaron a veces los que con actividades ambulantes recorrían los pueblos sin tener lugar de acogida, se metían allí forzando la puerta. En este caso con algún riesgo de que el enfrentamiento terminara violentamente, condición que con frecuencia demostraban. Alguna vez sucedió, siendo los okupas familias de gente ambulante, al irse dejaban prueba en el interior de su estancia con algo escatológico, asqueroso y mal oliente, que dejaban en la parte cuadra. Debido a que carecía de ese servicio la casa, aun que tenían todo el campo para hacerlo, pero si ese último día llovía o hacía frío lo hacían dentro y quedaba allí. Eso hizo que terminase todo aquello que tanto beneficio suponía para quienes la usaban respetuosamente. Por ello en los años 40-50, los propietarios tomaran la lamentable y obligada decisión, -en el caso de la Casa Blanca- de derribarla y hacerla desaparecer. Muchos lo lamentaron, pero no se puso de parte de algunos-bastantes okupas, razonable cesión a las condiciones que figuraban en las normas de sus propietarios, que debían regir en un uso de cesión solidaria pero respetando esas normas. ¡¡Así se acabaron los problemas!! Entonces como ahora se llegaban a extremos que las buenas costumbres debían evitar, por eso se llegó a esta situación en que ¡¡TODOS PERDIERON!! ¡La especie humana sigue siendo intransigente en actitudes en las que debían prevalecer los razonamientos lógicos! ¿Por qué no se aprende de las consecuencias de los errores anteriores y se evitan repetirlos? ¡¡Yo aun no me lo explico!! ¿Habrá que llegar a soluciones parecidas, en las ocupaciones de viviendas y edificios en la actualidad?
Francisco Delgado Sahagún