Esta frase se dijo siempre que se quería señalar lo fácil que era encontrarse con algún conocido, paisano o familiar, en cualquier lugar del mundo que se visitara o en viajes que se hiciera utilizando trasportes públicos y colectivos, siempre sucedió. Pero ahora añadiría a esa sorprendente circunstancia, que podemos constatar lo que ha sucedido con el uso masivo de los medios de comunicación, digitales, móviles, whatsapp y demás elementos electrónicos. Ya supone un contacto habitual de personas situadas en cualquier parte del universo tierra y mantener entre sí todo tipo de contactos, visuales, afectivos o de amistad.
Esto viene a que yo relate unos casos en los que con los medios anteriores a los electrónicos sucediera esto:
Paseábamos mi hijo y yo, por el paseo marítimo y de playa de Benalmádena, en marzo de 2002, donde estábamos pasando unos días de vacaciones, queriendo sentarnos en un banco, estaban ocupados varios, en el que solo estaba una señora, le pedimos permiso para sentarnos compartiéndole. Después del saludo habitual de ¡buenos días! se produjo un silencio. Pasados unos minutos, lo habitual en estos casos, intentar dialogar con el tema recurrente, ¡el tiempo!, hacía muy bueno, pero la señora se refirió al que en ese mes de marzo solía hacer en su lugar de residencia habitual, ¡Salamanca! Pero se refirió al que solía estar acostumbrada en Francia donde había vivido mucho tiempo con su marido y al enfermar este, se volvieron a su tierra, donde no hacía mucho había muerto. Toda esa conversación no habría pasado de lo normal, llenar un silencio que no queríamos tener entre quienes circunstancialmente nos acompañábamos. Fue la señora la que pasado unos momentos, volvió a referirse a su estancia en Francia y la ciudad en la que estuvo, ahí ya dio motivo para que, se significara en un detalle preciso y casual. Me dijo que vivió en Tarbes, una ciudad cercana al Santuario de Lourdes. Fui yo quien le dije, ”en esa ciudad tengo yo una prima-hermana, que vivió en mi familia, en un pueblo de Palencia”, a consecuencia de la muerte de su padre, en accidente mientras paseaba con un primo, fueron atropellados y solo murió él. Mi madre la acogió cuando solo tenía 10 años y hasta su mayoría de edad, que regresó con su madre, que casada de nuevo vivía en Francia. La adopción la hicimos en la familia para aliviar la situación de mi tía, que con la falta del padre de familia en 1946, le creaba un problema económico enorme, tenía otro hijo menor y su economía era solo la que aportaba el padre, trabajador funcionario. Entonces no existían las pensiones de viudedad.
Esa información mía le coincidía a la señora, con la que compartíamos asiento, que ya precisó preguntándome, ya que esos datos de la muerte del padre y la de vivir en un pueblo de Palencia, la resultaban conocidos, ¿no será Vd. familia de Amelia?, ¡sí! “Así se llama mi prima”. Ya hicimos referencias por las dos partes, y cierto, había sido mi prima-hermana, vecina de ella de pisos a derecha e izquierda de un mismo edificio y habían sido muy amigas, y ahora sentía no saber nada de ella, desde que murió su marido. Me gustaría saber de ella, me dijo. La informé de lo que sabía yo en ese momento. Pero le aseguré que tan pronto pudiera, se lo haría saber a la prima. Cuando nos separamos, sorprendidos por la casualidad que nos había permitido reconocernos, le prometí la transmitiría los saludos que me dio para ella.
A pocos metros de allí existía una de las habituales cabinas de teléfono, desde donde llame a la prima para decirla lo sucedido y trasmitirla el gozo que había tenido la señora con mi información y los ¡recuerdos que me dio para ella!. Noté que mi prima dio un salto de alegría por lo comentado, también ella deseaba saber de la situación de la salmantina, de quien sí sabía que ya estaba viuda. Aquí volví a reflexionar con el dicho tan acertado de… ¡el mundo es un pañuelo!. ===================================================
Puedo añadir otro: Estábamos en Benidorm, pasando el mes que desde hacía mucho lo hacíamos en esa ciudad de vacaciones, era el año 2008. Cuando en el bar del hotel en que estábamos, frente a la Playa de Levante, sucedió algo insólito. Otro matrimonio, veía como nosotros la TVE, el marido se dirige a la esposa y le dice: “eso es lo que nos pasó en los años 50 en San Mames”. Me di cuenta, ya que la proximidad me permitía oír lo que se decían, que no se refería al estadio del Bilbao, ni al pueblo palentino de San Mames. En León hay un barrio muy extenso con ese nombre, creí se refería a él, dado que yo cuando llegué a esta ciudad, algo oí decir de esos hechos, lo cual me situaba en el lugar referido por el señor. Sucedió poco después, que otra noticia más identificable con nuestra ciudad de León, en el comentario que hizo se concretó más. Ello me llevó a dirigirme al matrimonio y preguntar: “¿son ustedes de León o viven allí?”, La respuesta me la dio la esposa, ¡¡SÍ!! Pero vivimos ahora en Puente Villarente, pueblo a 10 km. de la ciudad, y es ella que me reconoció por la voz, quien me preguntó, “Veo que eres Paco, el ¿…..?” y se refirió a mi profesión anterior a la jubilación.
La sorpresa fue enorme para los dos matrimonios, tanto el encuentro, como no habernos reconocido antes, ya que se hospedaban en el mismo hotel, ellos a punto de terminar su periodo vacacional y nosotros en el comienzo del mismo. La relación que habíamos tenido hasta tres décadas antes había sido enorme. Primero a nivel profesional, que comenzó con el padre de la mujer, que habiendo sido un emigrante asturiano que se fue a Venezuela, regresó a España y se instaló en León de donde procedía la esposa y de inmediato proyectó hacerse empresario y en la especialidad en que lo pretendía hacer, le obligó a consultar conmigo sobre procedimientos, lugares y legalidades para llevarlo a cabo. Eso nos dio origen a muchos contactos, después con el yerno y esa hija continuarlos, con la familia del esposo ya mantenía una relación profesional anterior. A todo esto se suma que mi tercer hijo se hizo amigo del suyo, con quien compartió colegio, instituto y pretendió seguirlo en la Universidad. Opción que no le dieron a aquel, viendo que la extrema amistad podía no ser adecuada, debido a las permisibilidades que los dos se habían tomado, así uno fue por arquitectura y el otro por Ingeniería Industrial, más adecuada para la continuidad de la empresa que montó el abuelo y que llegó a ser de mucho prestigio en esta ciudad y región, consiguieron ser unos buenos sucesores del abuelo, este nieto con su otro hermano mayor y con mucha de la familia que se implicó en el negocio.
La pérdida de contactos en ese periodo de unas tres décadas, una era por estar ya jubilados ambos y por esa residencia ahora distanciada de la ciudad en la que yo vivo. De las instalaciones empresariales, en uno de los tres puntos distanciados entre sí, en que estaba la empresa, era una amplia extensión en el pueblo de Puente Villarente, al lado del río Porma, al cesar la actividad en esa parte de la industria, hicieron una urbanización cerrada y con varios chalets, amplios y confortables, rodeados de jardines, huerto y vegetación diversa, en la que se instalaron todos de la familia, para los que la tenían en exclusiva.
La amistad de los hijos, también cesó por el distanciamiento territorial y estar ya los dos casados, pero no dejaron la amistad. Por tener su residencia ubicada en la urbanización citada uno y el otro residir en la ciudad castellana, donde tenía un puesto de trabajo meritorio, en su profesión, que le impedía desplazamientos a León con frecuencia. Solo en fechas clásicas y para actos familiares.
En los pocos días que aun pudimos compartir, porque ellos regresaban, intensificamos los encuentros y conversaciones, recordando todo lo que habíamos compartido en las décadas de los 60, 70 y 80 del siglo pasado. Después pasaron la empresa a sus hijos, esos dos y una hija, interviniente en la empresa también y el matrimonio vivió en su nueva residencia, ya de manera tranquila y según me dijeron poco viajera. Cuando regresamos les hice una visita, al lugar que yo desconocía en su nueva versión, muy visitada por mí en el origen de la empresa. Sus instalaciones eran muy amplias y equipadas en aquel momento del inicio.
Concluimos en pensar, las casualidades que se habían dado para este reencuentro. En Benidorm hay 123 Hoteles, más hostales y pensiones, haber coincidido los dos matrimonios en el mismo, en periodos vacacionales a la vez, estar en el bar en mesas juntas y oír su conversación, todo ello dio el resultado conocido.
Otro motivo para confirmar que es verdad el dicho que dice: ¡¡¡Este mundo es un PAÑUELO!!!
Francisco Delgado Sahagún