He recibido varios correos de quienes han leído mi relato del “Caminante Misterioso”, publicado en el número 25 de La Solana, unos para reconocerle como de una historia amena y creíble y otros para darme su versión de por qué identifican al personaje protagonista. Esto me ha obligado a exponérselo a mis mas habituales comunicantes, de los que he vuelto a recibir opiniones, todas coincidentes en que sabiendo esa posible identidad del caminante, resulta ahora que les parece mas creíble y verosímil la historia como real, que como yo les he indicado es una fantasía producto de mi imaginación.
La explicación de quienes me lo han identificado ha sido esta:
Entre los años 1938 y 60 del siglo pasado, a causa del riesgo que tenían los que habían perdido la guerra, muchos permanecieron escondidos, unos en los montes, los llamados “makis”, otros en sus propias casas, atendidos por sus familias mas íntimas y sin que nadie se enterara de su estancia escondido en ella.
Uno de estos a los que se les llamó, “topos”, fue Guillermo Nieto, en el pueblo de Cuenca de Campos, que a su vez era cuñado del dueño del bar de Castil, o cantina como se llamaba entonces, era hermano de su esposa. Permaneció oculto 20 años. Cuando se pudo descubrir por un incidente de un familiar en el que participó para ayudarle, las circunstancias habían cambiado y ya no hubo ninguna consecuencia negativa ni temor. Siguió ya una vida normal, eso fue hacia el año 1962.
Quien me ha argumentado esto como origen y fundamento para la identificación del personaje, me dice: Es muy posible que en los años 50 cuando sitúo yo la historia, esta persona oculta, fuera alguna vez a casa de su hermana, pero permaneciendo en ella también escondido. Su lugar de ocultación pudo ser en espacios o habitaciones de encima del bar y desde ese lugar ver y observar lo que sucedía en los juegos que debajo se hacían. Esto hace pensar que su observación podía y debía ser más precisa y detallada, por que permitía ver a los jugadores y lo que hacía cada uno durante el juego.
Si lo que observó durante estos juegos y partidas, fue algo poco correcto o incluso “tramposo”, le incitó verse con los jugadores perdedores y contárselo, para ello decidió hacerse el encontradizo en el camino de regreso a sus domicilios y contar lo que opinaba al respecto, basado en una observación total de los hechos.
Esto es así y por ello resulta todo tan coincidente y preciso, por esto que la exactitud de sus observaciones sorprendió a los dos caminantes jugadores. De ahí que todo resulte creíble y exacto por sus detalles más determinantes, con una autenticidad que ahora hace poco creíble haya sido inventado por mí.
Confieso que me he sentido sorprendido y a la vez satisfecho por esas observaciones y he admitido como oportunas las informaciones recibidas. Os las trasmito por que creo son dignas de que sean conocidas. Advierto que es cierto que cuando yo escribí este relato, nada de esto pude pensar ni imaginar ocurriera. Ahora puedo coincidir con quienes les parece más cierto el relato, que de haber sido por una invención mía. Justifica también que el destino del caminante, no era a ningún pueblo al que se dirigía.
Espero que sea considerado, como una explicación a un relato, que le hace más ameno, bonito y merecedor de ser comentado.
En este Relato que precede, está la explicación del “caminante misterioso”, tal como lo había interpretado la que descubrió el ’misterio’, no hay duda que todos los datos que lo confirman son coincidentes. *Que no se diera a conocer durante el camino y no aceptando la invitación que se le ofreció. *Que no se pudo probar fuera a ningún pueblo determinado. *Que en la misma noche pudo regresar al lugar donde se ocultaba. *Que el lugar donde observó a los jugadores, al ser desde arriba podía ver las cartas de todos, y las trampas que se podían hacer. Hay que pensar tenía varias rendijas entre las tabas del techo que le permitieran verlo, con la sola condición de ser muy silencioso.
Esta situación, aun que muy incómoda, comparada con la de su casa de Cuenca, en la que no podía ver a ningún ser humano, más que a su madre y hermana, cómplices del ocultamiento pudo ser un alivio.
Con todo ello, considero muy apropiado el supuesto de quien me descubrió el “misterio”, pero una vez que el familiar me ha confirmado que nada de eso sucedió, con la garantía que me da con su palabra, queda por mi parte desestimado, pero no dudo que la observación ha sido acertadísima.
Queda por tanto el “misterio” en el mismo punto de aceptar la sorpresa sin aclaración.
León, julio-2019