¡Después de la mula comprada en 1951!. En la gran feria de La Nueva de 1953 en Villalón, que se celebraba el tercer sábado de Cuaresma. Le acompañé a mi padre y fuimos a ver el ganado que se exponía en ese mercado. Creo que él no tenía intención de comprar, solo lo hacía por ver los animales que se exponían y el precio que se pedía por ellos.
A poco de entrar en la feria, vimos una mula con unas características muy apetecibles, preguntado al vendedor por el precio que pedía por ella, nos sorprendió porque nos pareció bajo para el tipo de animal que era, hacía pensar que fuera por alguna razón oculta.
Dimos una vuelta por toda la feria y al rato volvimos al punto donde vimos la mula que nos encandiló. Ya la observamos con más detalle, la vimos la dentadura, elemento que por entonces todos conocíamos para calcular la edad, y nos daba la que decía el vendedor, que no pasaba de 5 -6 años, el precio algo menos de la mitad que la adquirida dos años antes, aun que variaba la edad, pero aun joven. Todas sus características la hacían apetecible, mi padre ya pensó en comprarla. Entonces los hijos, además de ayudar en los trabajos, también interveníamos en las decisiones familiares, en aquellos temas en los que procedía se nos tuviera en cuenta, yo le animé y le expuse los argumentos que me hacían aconsejarle la compra. Ya indagamos un poco de información, dentro de la dificultad para hacerlo, alguien nos habló de algún problema de mala doma que tenía, un poco falsa, motivo este que condicionaba el precio. Nos informaron de donde procedía, era de un pueblo de Valladolid. Me fijé que ella se delataba, por los rollos de sebo que mostraba en los costillares y lo gorda que estaba, que podía ser rebelde.
Esto no me desanimo a mí y así se lo manifesté a mí padre, con lo cual la decisión la tomó de inmediato, la compró y la llevamos para casa, a Castil.
El primer domingo que pudimos, mi padre pidió a uno de los dos que tenían moto en el pueblo de Castil, nos la cediera para aquella importante indagación que convenía hacer. No puso impedimento el dueño de la moto, sabiendo la razón de tal petición y quien la iba a utilizar era en aquel momento de gran confianza, a pesar de que ni tenía carnet, que no era necesario, ni nunca había montado en moto, era la habitual de entonces una Guzzi de 75 c.c. cuya conducción se hacía como una bicicleta. Unos pocos años después, cuando conduje mi primer coche un Seat -600 lo hice también con solo el carnet de conducir, pero sin más conocimiento para ello, que 20 minutos previos al examen y tres simples maniobras para que este fuera favorable, eran los efectos de aquella época en que todo se hacía sin grandes preparaciones, ni exigencias. Con la Guzzi me desplace a unos 90 Km. a Pedrosa del Rey, entre La Mota y Tordesillas. Cuando llegué al pueblo, tuve que ser muy precavido para poder conseguir una información veraz, si preguntaba a amigos, vecinos o familiares no lo conseguiría, dado que parecía existía algo que ocultar. No inicié las conversaciones con la pregunta que buscaba, solo después de que conseguí ser bien recibido por los jóvenes del pueblo y ser invitado al bar, cuando con alguno pude deducir podía sacar datos sinceros ya me inicié, tuve la suerte que pronto varios se me hicieron colaboradores de que consiguiese unos buenos y sinceros datos, incluso entre ellos me les buscaban, en resumen lo conseguido fue: “que estaba mal domada, que se la consideraba falsa, que no tenia dificultad en levantar las dos patas traseras y buscar impactar donde hiciera más daño y que era peligrosa” , también me confirmaron que se llamaba “La Chata”. Todo eso no se desviaba de lo que yo le había pronosticado a mi padre, al verla tan gorda y con tanto sebo en los costillares, síntoma de ser poco trabajada y muy alimentada, algo que yo no había visto nunca en mulas y muy frecuente en burros, ya que la utilización de estos era distinta y nunca de mucho trabajo. Uno de los jóvenes que conocía bien a la familia del anterior propietario de la mula, me confirmó reservadamente: “que no la trabajaban porque la tenían miedo, ellos la tenían por falsa y hasta mordía, por lo que al llevarla a vender a Villalón lo hacían dispuestos a que no volviera, aun que el precio le tuvieran que adaptar para ese objetivo”. No sabemos si se les hubiese discutido, aun lo hubieran bajado más, mi padre consideró precio ventajoso, sin tener en cuenta esa condición que confirmaba su descalificación.
Volví entusiasmado de la amabilidad de los vecinos de aquel pueblo. Hice los 90 km. de regreso, contento y pensando lo que iba a decir a mi padre. Este fue el saludo: “Creo ha sido una buena compra, aun que el inicio habrá que andar con mucho cuidado para que no nos lesione. 1º Yo me hago cargo de ella”, necesita buena mano, evitar que el sebo de su cuerpo permanezca, que el trabajo no le sea tan ajeno y que sepa que con docilidad y mansa puede ser mejor tratada.
Empecé la estrategia que me marqué, mucho cuidado con ella, mas trabajo, no duro, pero sí constante, menos descansos o sustituciones, el pienso un poco limitarle, no intentar acelerar el tratamiento ser paciente en corregirla, pronto vimos el cambio que experimentaba. Creo que fue a los 3 – 4 meses cuando aquella mula indomada pasaba a ser dócil, noble y sumisa. Todos en casa nos sentimos satisfechos. Mi padre me manifestó lo acertado que fui en el consejo u opinión que le di al animarle a comprarla. Quizá él solo no se habría decidido por lo sospechoso de tan bajo precio.
Muy pronto llegue a quererla como a todas las demás, ofreciéndola los mimos y caricias que todos los animales saben entender. Con el caballo y la yegua, que también, con la doble razón de utilizarles para la montura que usé mucho. Cuando usaba al caballo a la montura, le tejía la cola reduciéndola a la mitad, le arreglaba las crines, presentando un aspecto bello, era la manera de mostrarme de forma adecuada. Ahora solo se refieren a los perros y gatos, ya que animales mayores ni siquiera conocen los jóvenes del siglo XXI. Nosotros compartimos vida con aquellos, que al ser ellos colaboradores nuestros, eso nos ayudaba a todos. Llegué a sentir pesar, de haber tenido que optar por actitudes fuertes con ella, hasta conseguir mi objetivo, domarla para sacar de ella su docilidad y nobleza. Creo llegué a tratarla con la expresión que poco después popularizó el actor Arturo Fernández, diciéndola ¡chatina!
Cuando unos años después, en 1961, vine destinado a León, por la oposición que conseguí y mi hermano se hizo cargo de continuar con la agricultura de la familia, como la mayoría remplazo el tractor por las mulas, estas tuvo que venderlas. Al anunciarme la venta de la Chata le propuse la trajera a la feria de León, en San Andrés el 30 de noviembre, le acompañé y le busque comprador, un conocido mío de Puente Castro que se dedicaba a extraer áridos del río Torío con carro y reata. También conocí sacar ese material a lomos de burros con carguillas, ambos lo hacían para empresas, los burros para una gravera allí instalada que tenía muchas averías en la maquinaria extractora, cuando estas se producían, la reata de burros sustituían la averiada maquinaria de extracción.
En ese lugar de trabajo al que fue acoplada, la veía con frecuencia y con estima, ella me reconocía de inmediato y un punto de afecto nos mostrábamos. Su nuevo dueño me agradeció el consejo que le di para comprarla, muchas veces me dijo que pasó a ser la mejor de su reata, y por ello la que ocupaba el lugar principal, el de varas. Cuando le contaba cómo se inició con nosotros, no se lo creía, al verla tan noble, dócil y sumisa. El trabajo que hacía era muy duro, pero también muy eventual, con muchos periodos de descanso, cosa que no sucedía mientras estuvo con nosotros, conocí el cese del negocio de aquel acarreador de áridos para quienes se los encargaran, pero pronto y ya dejando de verla me comunicó se le había muerto con unos 35 años. Sentí nostalgia por aquel animal con el que tanto había compartido y que su vida había llevado un rumbo cercano al mío. No sé si lo pensé, pero como deseo para ella, expresarlo con un … ¡Siempre en mi recuerdo!

Desearía que no se considere este relato, como un hecho personal y privado, sino como siempre fue mi objetivo, que se vea como se actuaba a mediados del siglo XX y como los hijos participábamos y nos implicábamos en los asuntos importantes de la familia. Estoy seguro que hechos como este, habría cientos que contar y preguntarse. ¿En el siglo XXI se actuará igual, o dejan que sean los padres quienes resuelvan los asuntos familiares, sin colaborar? Aquí viene bien decir: “Hay que arrimar el hombro, en aquello que se pueda”…. Y no estaría mal generalizar este consejo para tantos, que por el contrario, “escurren el bulto”.

Francisco Delgado Sahagún

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8-paco-1956
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Showing 5 comments
  • fradesa@ono.com'
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    Quiero que los que leais esta mi personal historia, sepais que al escribirla se me han nublado los ojos por la emoción. Siempre que la he recordado en mi vida, la he hecho una, quizá pretenciosa comparación. Si un profesor, instructor o entrenador, observa en el transcurso de su vida, que uno de sus alumnos, instruidos o deportistas alcanzan niveles de superación reconocidos mundialmente, por los éxitos, homenajes, recors o premios novel, el educador se sentirá muy afectado y gratificado. Culminando el objetivo máximo de su aspiración profesional.
    Algo así es lo que siempre sentí y ahora al escribirlo, con el doble motivo, que aquello sucedió cuando tenía 20 años y ahora lo veo con la perspectiva de 85. ¡Eso me entusiasma y me emociona!

  • tamapotes@gmail.es'
    M Ángeles de Benito
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    Querido Paco, como todos, o gran parte de tus relatos, éste me parece entrañable; pues refleja un grado de implicación, colaboración y dedicación a los asuntos familiares que refleja la madurez del hijo y justifica la confianza del padre.
    Ha cambiado tanto, tanto y tanto el funcionamiento ven la mayoría de las familias actuales que, lo que es admirable se contempla, tristemente, como anacrónico.
    Pero lo positivo es que nadie nos podrá arrebatar, nunca, el orgullo y la satisfacción de haber pertenecido a familias en las que nuestra colaboración, respeto y responsabilidad nos granjeó el reconocimiento de nuestra valía.

  • anamaria1914@hotmail.es'
    Ana María
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    …Hermoso Paco, hermoso y entrañable,,,,,,,una verdadera lástima que todo esto termine, estas historias ya no suceden son de tiempos pasados representa…….imagino que todo esto ya en una gran mayoría de familias, se tiene como historias pasadas, como si fuesen guiones de películas………..pero a mí, se me ha echo un nudo en la boca del estómago, pues son historias vividas, no contadas porque si, si no…vividas de verdad, y, esto, es una verdadera lástima que hasta en tu propia familia, esto, ya lo dejes de vivir, pues tus descendientes, no se si te deben entender ni comprender.
    …Gracias por haber hecho que disfrute como ni imaginas, a la vez que haya aprendido y mucho…..son cosas tan reales que nunca desaparecerán por mucho que quieran se olviden…….
    …Nadie puede decir hemos tenido vidas de color gris………ni tan siquiera nadie nos puede arrebatar los recuerdos que tenemos de nuestras vidas…
    …A continuar viviendo lo que nos quede de nuestra vida en la mejor manera posible viendo como destrozan lo que tanto trabajo nos costó levantar………..pero cada época tiene lo suyo, lo nuestro ya lo hemos vivido……ahora a ver que hacen con lo que les hemos dejado………
    …Como siempre, recibe un abrazo y mi mejor deseo para ti y los tuyos……

  • sr.jesusagundez@gmail.com'
    Jesús Agundez
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    Amigo Paco. Entrañable tu relato, como siempre. Es una suerte para los que vivimos en estos pueblos, poder conocer de esta manera, como eran aquellos tiempos, que no hemos conocido, y de los que sin conocer, inexplicablemente, siento nostalgia. Quizás sea por ver ahora heridos de muerte, estos pueblos que tanto amamos, y donde siempre estuvieron nuestras familias a través de los siglos, en mi caso tengo documentados 400 años entre Belmonte y Castil, de dónde procedían mis ancestros Agundez.

  • jlrodriguez@ava.es'
    José Luis Rodríguez
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    Hola Paco. Ya hemos comentado alguna vez la importancia que tuvieron estos animales hasta una época no demasiado lejana, aunque ahora todo eso parezcan historias de tiempos pretéritos. Eran animales necesarios y a la vez queridos. Casi como un miembro más de la familia. Había que buscar y pensárselo bien a la hora de su compra. Y si se moría alguno no sólo era toda una pérdida para la economía familiar, sino que también afectaba a los sentimientos de todos, precisamente por ese grado de implicación que todos tenían, niños incluidos, en el conjunto de responsabilidades familiares.

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