Sigo con: Las labores duras del verano
Después de haber recibido agradecimientos, por la descripción, dicen que bien detallada del duro trabajo del acarreo de la mies hasta la era, en el tiempo que dura la trilla, me invitan a seguir contando otros trabajos, quizá más duros, con la sola diferencia que el acarreo era de un mes, y estos de 10 días y otro de dos días, como media dentro de lo variables que eran los tiempos.
LA SIEGA: No hacía tantos años que se había abandonado la siega a mano y con hoz, por personal contratado, generalmente venidos de zonas de Galicia. Cuando vine a León en los años 60 encontré en la zona del Páramo de León a quien me dijo que sus padres habían ido a segar a Tierra de Campos. Venían equipos enteros que hacían esa labor. Refiriéndome solo a lo que yo conocí en los años 40-50 del siglo XX, señalaré que la siega se hacía ya con máquina y mulas, que el segador cuando se acababa la jornada, de unas 12 horas, con dos paradas, una para comer y una leve siesta y otra para merendar, los “atropadores” que solían ser un número de dos o tres, se iban para casa, pero el segador seguía segando hasta que se hacía muy de noche, que aun se veía bien y se hacía con facilidad y dependiendo de si la finca no era muy grande, hasta terminarla de segar.
Cuando al día siguiente se regresaba al tajo, estremecía ver la cantidad de gavillas que había hecho el segador, que de inmediato continuaba con la misma labor. Los “atropiles” tenían que amontonarlas en “morenas”, todas las gavillas del día anterior, recuperando tiempo, ya que hacia medio día ya tenían que haberle dado alcance. Ese trabajo extra tenía que hacerse sin descanso alguno, pues el alcance sería imposible si se hacían paradas o con solo detenerse. Los horarios de esos trabajos eran de las 6 h. en el tajo, con media hora de la llegada a él, hasta las 19´30. h. para los “atropiles” y una o dos horas más para el segador, con paradas al almuerzo, de 1 h. a la comida y leve siesta de 1´30 h. y la merienda otra hora. El problema era no tener ni una leve sombra donde cobijarse. Si la finca estaba a menos de 1 Km, se podía volver a casa a comer, en distancias mayores, que era la mayor parte del trabajo, todo se hacía sin regresar, aguantando los calores infernales. Era lo más duro de todo.
Ahora debo mostrar todos los inconvenientes y padecimientos que esta labor suponía. Una y la más grave. Que en la mies a recolectar hubiera “cardos”, en algunas ocasiones muchos. Con 25- 30 ó más grados en la temperatura, por esa causa había que además de estar bien equipado en vestuario, había que llevar zamarra de piel delantera y manopla en las mano izquierda, que era un pellejo de gato generalmente, con el pelo hacia dentro, porque en la derecha por tener que sujetar la hoz y con fuerza, solo se podía hacer, sin protección, aun que se recibiesen pinchazos. Abrazarse a gavillas llenas de cardos que pinchaban, era un enorme sacrificio y el calor a soportar un verdadero horno. No acababa con esto, si hacía viento que empujaba, te derribaba la mies que trasportabas y hasta al que hacia el trabajo. El agua del botijo escasa y generalmente caliente, era otro inconveniente. No existir una sombra en varios kilómetros a la redonda, otro factor de sufrimiento, Tener que trasportar todos los utensilios o herramientas utilizados de una finca a otra, cuando una se concluía, otra labor que además parecía inútil, a veces el traslado era a uno o dos kilómetros de distancia. Todo ese rosario de inconvenientes duraban entre 10- 12- 14 días, pero infernales, deseosos de que fueran los más, porque significaba que era buena cosecha. Acabada la siega se iniciaba la trilla con el consiguiente ACARREO, expuesto en el relato anterior.
El trabajo de ENCERRAR LA PAJA EN EL PAJAR: Al final de la limpia del grano, con la separación de la paja, tocaba recoger el grano, en nuestro caso y en general, trigo, cebada y un poco de avena, las legumbres se habían recogido en tiempos intermedios de todo el verano, solo se hacía para el consumo familiar. Esa labor de “recogida del grano” era más liviana, aunque trasportar sacos o costales con unos 85 Kg. al hombro, suponía mucho esfuerzo, sobre todo si las paneras en las que se recogían no reunían condiciones adecuadas, como eran, con escaleras, con entradas angostas o de difícil acceso, que de todo había. En aquellos tiempos nada se hacía para que se facilitasen los trabajos, se aprovechaba lo que hubiera. Todos los locales eran aprovechables. Recogido el grano, había que enfrentarse con el: LLENADO DEL PAJAR: Había que hacerlo también aprovechando los espacios de los que se dispusiera, llenándolos al máximo posible, apretando para que formase una peña compacta y para conseguir el mayor volumen a guardar, y porque al sacarlo cuando se utilizaba, se iba descargando y formaba una pared de paja bien apretada, en lo vertical y a lo ancho, con poco peligro de derrumbarse, alguna vez sucedía si no se había “pisado” bien. Cual eran los inconvenientes o problemas que presentaba esta labor. Casi único, el estar dentro del pajar con una atmósfera tan enrarecida por el polvo, que era irrespirable. Nos poníamos pañuelos mojados tapando la nariz, entonces no había “mascarillas” y estos nos ahogaban un poco, además de secarse enseguida, por lo que terminábamos quitándolo. Solía haber un ventanuco en el tejado del pajar, por lo que cuando se llegaba a esa altura, cada poco se asomaba uno por él para respirar el tiempo que se pudiera. Esto suponía también un agravamiento el llegar hasta el techo, porque se reducían mucho los espacios. No debiendo dejar de andar por la superficie, que al reducirse se hacía más dificultosa, para la operación del apretado o calcado de la paja.
El que desde fuera tiraba la paja para dentro por un ventano, llamado “boquerón” era más fácil, si como algunos éramos, “ambidiestros”, permitía hacer esa operación a ambas manos indistintamente, eso evitaba tener que recoger el producto descargado por quien lo trasportaba. Estas operaciones venían durando un promedio de dos días, máximo tres ¡infernales! Alguna vez me he preguntado si ¿en mis pulmones habrá restos del polvo inhalado en aquel trabajo, después de 60 años? Pienso que sí, algún resto quedará, pues de los pulmones no es fácil expulsar tanto polvo como se tragó.
Creo que será bueno que muchos, sobre todo los jóvenes que no conocieron estos trabajos, de auténtica esclavitud, sepan lo que afrontamos, quienes vivimos aquellos años de la primera mitad del siglo XX, lo que tuvimos que padecer y que lo aceptamos como hechos inevitables en la conciencia de los que vivimos aquella época. Esto podría servir para no ser exigentes de la comodidad y los derechos y reconocer lo que muy afortunadamente se ha conseguido erradicar y valorarlo.
Yo no reniego de todo aquello, reconociendo que era la imposición de los tiempos, y me alegra que ahora sea, solo un recuerdo entre nostálgico y repudiable. Nos conformó más vigorosos sin tener que recurrir al deporte para conseguirlo.
Francisco Delgado Sahagún
Paco, como me ha encantado leer esto, de verdad de la buena¡¡¡
Claro aún debes tener algo de polvo de éste, pienso que sí, y si encima has fumado poco o mucho, pues algo más que también debe haber pegado por ahí…lo que ocurre es que la constitución de las personas de antes con los chikis mikis que hay ahora, todo es diferente, y, no se miraban edades ni tantas cosas, se trabajaba hasta que se podía, si no….mira el señor de la foto, este hombre, ya tenia sus muchos, y, todavía dándole al trabajo, y, esto pasaba en todos los oficios…
…..Es todo un disfrute el haber leído todo lo que has escrito desde principio a fin¡¡¡¡¡…..
Y……..aunque lo haya escuchado y leído más de una vez, no me he cansado nunca, pues me has sabido transportar a épocas que han sido las mías, en las que si hubiese sabido todo lo que se ahora, mi vida, hubiese sido muy diferente…