“Saben como los de mi madre “.
Relataré aquí algunas de las diversiones de los jóvenes a principios del siglo pasado, como las noches de ronda y diversión, costumbre que perduró los años siguientes.
Había en Castil de Vela, como en otros pueblos del contorno, varios días al año, que iban precedidos de que toda la noche anterior, la juventud realizaba algunos preparativos para la fiesta del día que amanecía, a la vez que se divertían al modo tradicional, cantando, bebiendo, bailando como siempre se hizo y se seguirá haciendo.
Los días en que esto sucedía, eran varios al año, los mas destacados eran: Noche de Reyes, Noche del Corpus, Víspera de la Fiesta Patronal, Carnavales, algunas de San Antón y Las Candelas y la noche más significativa de todas, la “Noche de los Quintos”.
Algún día me ocuparé de explicar todo lo que sucedía en esas noches de “juerga juvenil”, contaré hechos y anécdotas dignas de ser conocidas. Hoy contaré una que considero muy significativa y graciosa.
Sucedía allá por los años 20, de ese mismo siglo XX, un hecho que oí contar a mi padre que le vivió y participó en él.
Las distintas operaciones que se hacían en una noche así, se repartían entre los que participaban, haciéndose grupos y a cada uno se le asignaba una misión. Parece que dos hermanos se turnaban en capitanear el grupo de los “requisadores” de viandas y ellos eran casi siempre quienes aportaban las ideas, por ellos concebidas, de donde dar el “golpe adquisitivo”. Es conveniente señalar, que se celebraba mucho, conseguir las provisiones, “mangadas” donde fuera susceptible de entrar y sustraerse. Otros grupos se encargaban de preparar la hoguera, otros en hacer las pintadas de “Vivan los Quintos”, si esa era la ocasión de la fiesta, otra en poner ramas en las ventanas de las mozas del pueblo, si la noche precedía al día del Corpus, en cuya procesión se iba a ver quienes eran las que tenían los ramos mas llamativos y grandes, lo que significaba que alguno de los rondadores la tenía una especial predilección, etc. etc.
Algunos de los participantes habituales, se fueron dando cuenta, que poco a poco todas las casas iban contribuyendo con sus sustracciones a la fiesta juvenil, mientras que la de los dos hermanos estaba a salvo de sustracciones por su participación siempre en esa actividad.
Un año, sigilosamente unos cuantos se confabularon e hicieron que ninguno de los dos estuvieran en ese cometido, o se desviaron en dos operativos y uno sin ellos, actuaron a sus espaldas, lo que aprovecharon para dar el “golpe” donde nunca se había dado.
Todo esto no tendría carácter anecdótico, sino fuera por que, llegado el momento de dar buena cuenta de todo lo sustraído, todos sentados alrededor de la hoguera, se repartieron las “adquisiciones” y uno de los dos hermanos sorprendido y sin percatarse del hecho, ni de que los demás se reían de forma un poco inusual y exagerada, repitió varias veces e insistía en ello:
“Estos chorizos saben como los de mi madre”, fue objeto de diversión, ya que hasta el final no le dijeron todos al unísono:……….. “Es que son los de tu madre”,
Pienso que creería que como todos los años anteriores su casa estuvo a salvo y evitada de la intromisión por los dos hermanos, este también lo estaría y él aun no se había percatado que no fue así.
Es necesario señalar que fue muy celebrado por todos, pero muy en especial, por los de casas que otros años habían sido “asaltadas” para esa aportación, que por otro lado se admitía como hecho propio de la juventud y su “medio de divertirse”. Nunca nadie presentó demanda, denuncia o querella por este hecho habitual de los jóvenes en esas noches de ronda y diversión, lo único aconsejable, era poner a buen recaudo, todo aquello que era susceptible de la apetencia de los “rondadores y juerguistas”.