LLEVABA   CARNE  FRESCA

    No hay pueblo en el que no se cuente algún suceso en su pasado que no suponga un relato escalofriante y dramático, bien por el acontecimiento en sí o por los términos en que se produjo, por su sadismo, su crueldad o su perversidad.
Sucedió en Castil de Vela, en los finales del siglo XVIII.
Un matrimonio en el que el hombre trabajaba en Villarramiel como pastor, su esposa sola en su casa de Castil, a la que solo visitaba el esposo los fines de semana. Esta mujer a la que se consideraba muy recia y dominante y que tenía sometido a su marido, había escogido esta separación semanal ya que ello la permitía hacer la doble vida a la que se dedicó.
En aquellos tiempos existían las bandas de malhechores y asaltantes de caminos, que tantos quebraderos de cabeza traían a las autoridades que no veían forma de eliminar. Quienes tenían la necesidad de viajar en diligencias o a caballo, únicas formas de hacerlo a grandes distancias, se veían muchas veces sorprendidos por estas bandas que se llamaron «bandoleros», sobre todo si se podía advertir en quienes viajaban  que transportaban objetos de valor o dinero,  principal objetivo de sus asaltos  y saqueo de todo lo que llevaban.
Había una banda famosa y temida por aquellos contornos, que tenía como uno de sus habituales escondites la casa de esta mujer. Decían que hasta les marcaba objetivos y les proponía formas y lugares donde actuar. Tomaba parte tanto en  las iniciativas de actuación, como en el reparto de los botines que conseguían. Se la consideraba en todo integrada en la banda y ello debido a que el cabecilla de los actuantes en los asaltos, compartía con ella algo mas que las directrices de las  bandálicas  fechorías, parece que la cama tambien era común a los dos.
Aunque las precauciones y reservas para no ser vistos, – ya que siempre entraban de noche,- eran riigurosamente observadas, los cascos de los caballos  al llegar o algún relincho cuando estaban dentro, hizo que primero la sospecha y después la certidumbre se supiera lo que sucedía en aquella casa situada en un  lugar discreto  y un poco apartado del resto del pueblo, en  la calle, ahora  llamada de Abajo.
Alguien del pueblo,  parece se atrevió a descubrir al marido, de las actividades de su mujer en sus largas ausencias y le advirtió de lo que hoy se diría, «le estaba poniendo los cuernos», además de las otras actividades delictivas. Como cualquiera en su caso no se lo quería creer, por lo que quiso comprobarlo.
Preocupado tomo una drástica  y arriesgada decisión, se vino a su casa un día entre semana, se subió a una guardilla de la casa y escondido esperó pacientemente  para la confirmación de la sospecha  y certificar lo informado por el vecino.
Cuando vio a su mujer, acompañada del «querido» que se paseaban por el patio de la casa, arrojó una gran piedra para asesinarles a los dos. La puntería no fue buena  y no logró su objetivo. Asustados ellos corrieron al desván donde encontraron al engañado pastor.
Se contaba que le cogieron entre la mujer y su acompañante  y le mataron sangrándole, de la misma manera que se hace a los cerdos en la matanza. Se decía que quien le clavó el cuchillo fue su propia mujer, mientras el otro le sujetaba por las piernas.
A la mañana siguiente, madrugó  mucho la mujer para ir a tirarle en el aprisco de Villarramiel donde trabajaba de pastor. Le llevaba descuartizado en un saco.
Sucedió que a pesar de su mucho madrugar, alguien tan madrugador como ella se la encontró cuando pasaba junto al castillo, sorprendido le dijo: «¿Dónde vas tan temprano Gaspara?» a lo que ella con frialdad, desparpajo y cinismo contestó:

«»A Villarramiel con carne fresca»»

    Cuando todo se supo,  debido al encuentro con el vecino que madrugó como ella,  hubo un gran sobrecogimiento en  todos los vecinos del pueblo y en los pueblos del contorno.
Parece que de no haber sido por el encuentro casual de aquella madrugada, hubiera podido encubrir el  crimen, ya que las pruebas que llevaba, para inculpar a otros, y que ese día, era lo normal estuviera en su trabajo de pastor, por lo que fue  muy posible, que hubiera conseguido esquivar la responsabilidad de ese horrendo crimen que fue muy comentado, contado y cantado por los romanceros  y trovadores  de entonces.

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