En la década de los 50 del siglo pasado, después de un año normal en la cosecha de cereales, vinieron dos años muy abundantes que crearon mucha dificultad para almacenar todo el trigo recolectado en la zona de Tierra Campos de Palencia y limítrofe de Valladolid. Por esa causa, a partir de esa fecha, el Servicio Nacional del Trigo, Organismo dependiente del Ministerio de Agricultura, empezó a contemplar la necesidad de construir enormes silos, que se fueron haciendo en bastantes pueblos de la zona, y que además de almacenar muchas toneladas de ese cereal, disponían de unos accesos adecuados, y otras características apropiadas para esa función, que permitían el almacenamiento por tiempo casi ilimitado.
Voy a relatar aquí un hecho en el que  participé, producido por esa causa de la dificultad de almacenamiento.
Desde Castil, el lugar al que había que llevar el trigo, fue siempre Villarramiel, en esa época se recogía en distintos almacenes y locales adecuados para ese menester. Alguna vez, como la que cito, por carecer de espacios, había que estar cambiando de lugar de recepción, por que se llenaban los pequeños recintos receptores. El Jefe de Panera, como se llamaba al encargado de recibirlos, avisaba para que se supiera donde había que llevar el trigo, cambiando algunas veces a sitios inadecuados o de difícil accesibilidad.
En la ocasión del hecho que relato aquí, tuvieron que contratar los almacenes que en el Canal de Castilla había en la Esclusa de la Cuarta en Castil de Vela, y  que aun existen, aunque en estado ruinoso, pueden verse en la foto que se adjunta de esta esclusa.
Al tener la recepción del trigo en estos almacenes a solo 2´5 Km. de nuestra era, fue mi padre a hablar con Manolo el Jefe de Panera en aquel momento, para pedirle que le permitiera llevar el trigo sin pesarlo previamente, dado que esa labor entretenía mucho tiempo, e impedía con ello llevar dos viajes por día. Llevarlo sin pesar suponía que él hiciera pesar los sacos o costales que quisiera y se buscaba la media de todos los pesos,  y eso se consideraba el peso de todos, fue un poco reacio para aceptarlo, pero al final lo permitió.
Iniciamos al día siguiente la operación de llevar trigo, llevábamos con dos carros, creo que unos 45 sacos o así, se inició la operación de pesaje a medida que se descargaba, pronto el Jefe de Panera, vio sorprendido que todos pesaban  igual, 84´200 Kg. y a medida que se iban pesando los sacos,  la sorpresa en él aumentaba, varias veces le preguntó a mi padre, ¿es cierto que vienen sin pesar?, mi padre se lo confirmó. Cuando fuimos por la tarde del mismo día con otro viaje, y observó que seguían pesando todos los sacos  lo mismo, con exactitud extrema, se dirigió de nuevo a mi padre, y volvió a preguntar, ¿pero es cierto  que no vienen pesados?, volvió a repetirle que ¡NO!. Le preguntó entonces, tráeme a quien lo ha envasado. Me llevó ante él, y  le dijo:  Es este, mi hijo mayor”.

Dirigiéndose a mí, el Sr. Manolo me dijo: “Muchacho, eres un artista midiendo trigo, nunca creí fuera posible  tal exactitud”. Mi padre y yo nos sentimos halagados con aquella expresión tan favorable. Sucedió que como el hecho fue ante todos los que descargaban trigo en ese momento, fue oído por muchos, y si no se pudo contar en la “solana del Rincón de la Iglesia”, porque no era tiempo de que esta se hiciera, sí  fue comentado y reconocido en los comentarios de café del siguiente domingo. Lo que hizo que aquel episodio fuera de conocimiento general, y que todos considerasen la habilidad del “envasador”.

Es necesario para los que desconocen aquellas labores del campo, aclarar que la medición del trigo, era de cuatro medidas en cada saco o costal, o sea que un saco cargaba dos fanegas, también llamada media carga, y aun siendo muy preciso en la medición, las diferencias podían ser de 200 ó 300 gramos. Si quien envasaba no era muy meticuloso podían llegar a medio kilo de diferencia en los  pesajes y ello en el caso que nos ocupa, más posible, pues al ser medido en la misma era, el “muelo” como se llamaba al montón cónico que contenía el trigo, la parte más al lado del sol, lógicamente reducía el peso, la parte que aun contenía granos con cascarilla de la no total limpieza, llamado “escorzuelo” lo reducía también, la parte central del montón aumentaba, todas esas mínimas diferencias, repercutían en las cuatro medidas. Si además estas se rasaban mal o se golpeaba la medida al cargarla, la cosa se hacía mucho más difícil. Por eso la extrañeza de que hubiera conseguido toda esa exactitud, que seguía cuando repetimos al día siguiente. Mucha satisfacción me proporcionó aquel episodio.

Tengo que señalar, que habiendo sido corto mi  periodo en las faenas del  campo, siempre lo hice con  mucha ilusión y mucho estímulo para hacer las cosas bien. Por ello mi  padre, no sólo esa vez, sino más, sintiera con orgullo que alguien le hablase de su  hijo Paco, en tono de admiración. Ello me ha llevado también a que tanto en ese corto tiempo dedicado a la agricultura, como en mi posterior profesión en la que he tenido un contacto directo y permanente con los hombres del campo, los haya visto con mucha admiración y reconociendo su permanente dedicación. He ocupado también mucho de mi tiempo y de mis preferencias a defenderles de muchos ataques, que observaba se les hacia. Puedo escribir muchas páginas, si relatase todas las intervenciones que hice en mi profesión, cuyo objetivo fue única y exclusivamente apoyar y defender a los sacrificados hombres del campo. En mi actividad profesional, estuvo más centrada en los que se ocupaban en zonas de regadío. Algún contratiempo tuve, por manifestar efusivamente mi apoyo y defensa para estos sacrificados y no bien reconocidos labradores. No siempre acepté de buen grado, disposiciones o normas que coartaban la actividad de esos humildes y luchadores trabajadores, en ocasión muy significativa, hasta me negué a actuaciones contra ellos, porque consideré que además se contravenían leyes que podían utilizarse en su defensa. Tras largas y complicadas resoluciones, al final, resultó que ciertamente tenían los derechos que yo les avalaba. Por tal motivo, pudieron realizar las operaciones o trabajos que pretendían.

No sé si todo lo relatado hasta aquí, alguien pudiera pensar, que estoy contando algo, como dicen que los abuelos cuentan a sus nietos, “sus batallitas”.  Si así  fuera, me sentiría muy estimulado, también si  algún joven que lo lea, pueda sacar algunas conclusiones  de muchas de las deducciones que de todo ello se pueden  extraer. Sirva, además para que conozcan algunas de las labores del campo de hace más de medio siglo, hoy ya en desuso. 

Comments
  • tamapotes@gmail.com'
    M. Angeles de Benito del Olmo
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    No vendría mal a más de un jovencito leer estas experiencias y, aprender que es una gran satisfacción el reconocimiento del trabajo bien hecho. Y que ese placer requiere esfuerzo, entusiasmo y constancia.

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