Desde que desapareció el poblado de Villalinvierno en las inmediaciones de los actuales pueblos de Castil, Belmonte y Meneses, se llevó el Cristo al que se le dio el nombre del pueblo que desapareció a una ermita en parte del término de aquél que paso a pertenecer a Castil de Vela.
Se inició entonces una romería que concentraba a los tres pueblos, más los que de otros próximos que venían a ella, como Palacios, Capillas, Villerias, Tamariz, etc.
La romería que tuvo mucha importancia en la comarca desde su inicio en el siglo XIV y principios del XV, tenía unas referencias nominativas que suponían contradicciones y denominaciones impropias y hasta nombres irreverentes.
La fecha de celebración se hizo siempre el primero de marzo. Por coincidir este día en el santoral, antes del Vaticano II, con la conmemoración del Santo Angel de la Guarda, hizo que su denominación preferente fuera «la romería del Angel», sin que tuviera nada que ver esta advocación religiosa.
Se daban una serie de circunstancias que hacían de esta algo inusual y específico en este tipo de concentraciones.
Primero la romería se hacía por la tarde, por lo que no había misa ni acto religioso, esto permitía el trabajo habitual por la mañana, que en esa época era la de dar la primera vuelta de arado, – llamado «alzar»-. Se daba la curiosa paradoja de que alguno deseando aprovechar la mañana madrugó tanto, tanto, que hasta las 12 del medio día realizó un trabajo superior al de cualquier otro día normal.
De vuelta del campo, se ponían los trajes apropiados a la fiesta para ir a la romería,
distante unos 3′ 5 Km.del pueblo y a casi la misma distancia de los otros dos. En sus inicios se hacía allí la comida en grupos y familias, lo habitual en todas las romerías. Uno de sus alimentos principales eran los huevos cocidos, llamados «huevos duros»,
lo que llevó a la sorprendente costumbre de que al final se lanzaran los huevos sobrantes unos contra otros. Parece tuvo tanto auge esta extraña costumbre que todos llevaban huevos para que sobrantes se produjera ese lanzamiento de «huevos duros». Esto propició a que se denominase en algún tiempo por los pueblos de donde llegaban romeros por la «romería de los huevos duros».
Por este hecho sucedió que apareciese una expresión irreverente que nunca gustó a los de Castil, la de intercalar el nombre del Cristo allí venerado con esa expresión vulgar y no definitoria ni aceptada por nadie.
En la primera mitad del siglo XX, (en lo que yo conocí), se acudía con carros, carruajes, caballos de montar con los que se hacían competiciones de carreras, etc. se llegó a concentraciones de 3 ó 4.000 personas. Se hacían varios corros de baile, propiciados con todo tipo de músicas, desde la flauta y el tamboril, la dulzaina o el organillo, lo que daba un ambiente muy alegre, además de puestos de golosinas para la chiquillería, todo daba un ambiente festivo y de alegría. En tiempo de la posguerra, (la que mejor conocí), se iba después de comer en el pueblo la mayoría de las veces, sobre todo si el tiempo no acompañaba, pero la romería se mantenía en todo su esplendor.
No se celebraba acto religioso el día de la romería, por el contrario se organizaban grandes rogativas cuando «pertinaces sequías» amenazaban a la población y los labradores se sentían muy angustiados, lo que se hacía llevando al Santo Cristo a la iglesia de Castil, para celebrar allí un novenario, rogando por que concediera las tan necesitadas lluvias.Se contaba que hubo ocasión que en los días de las rogativas o en la procesión de regreso a la ermita todos se mojaron abundantemente y con satisfacción se dejaron mojar como homenaje al favor concedido por el Santo Cristo.
Después del Vaticano II, en que el santoral trasladó y cambió la denominación al día 2 de octubre y con el nombre de Santos Angeles Custodios, cuando ya la misa es posible celebrar a cualquier hora del día, va perdiendo la denominación del Angel, recobrando la del «Cristo de Villalinvierno». La disminución de la población hace imposible aquellas concentraciones y los carros, carruajes y caballos casi desaparecidos, ha pasado a ser esta fiesta y romería algo casi testimonial y lo que hace un siglo reunía a 3 ó 4000 romeros, hoy reúne a no más de unos setenta vecinos exclusivamente de Castil y los medios de traslado es el coche particular tan abundante hoy, hay unos pocos que quieren llegar andando rememorando antiguas promesas. Ahora en cambio se va a oír Misa a la Ermita, -lo que antes no se hacía, pero el ppeligro de ruina de esta, hace que se celebre fuera de ella. Después de este acto religioso, una pequeña reunión de los congregados para tomar unos aperitivos que recuerden aquellos tiempos de los «huevos duros», aun que ahora no se arrojan los sobrantes, se recogen muy cuidadosamente. Entre las referencias contradictorias a que me refería antes, la más particular es que esta ermita es de propiedad privada, pertenece a los dos dueños del caserío y los terrenos circundantes a él. Por el estado de ruina que ahora amenaza, se intentaba reparar por el pueblo de Castil, incluso podía conseguirse subvenciones oficiales que ayudasen a esa restauración, pero los propietarios, -ó al menos uno,- se niega a su cesión y sin esa propiedad nada de eso es posible.
En este comportamiento se produce lo que el adagio popular dice refiriéndose al «perro del hortelano», ya que tampoco sus propietarios la reparan, lo que por otra parte podría considerarse como lógico. Con todo ello es muy posible que pronto veamos derrumbada la ermita, en contra del deseo general de los vecinos de Castil de restaurarla y con ello rehabilitar de nuevo la romería.
Esperemos que antes que esto ocurra al menos permitan rescatar de esa eminente ruina al Santo Cristo y recogerle y venerarle en la iglesia de Castil, aunque ello signifique impedir que ya pueda restablecerse la romería y el lugar donde se celebraba quede como tantos lugares de nuestra geografía con un vestigio que señale, «aquí existió una ermita dedicada al Santo Cristo de Villalinvierno donde el día uno de marzo se celebraba una gran romería que reunía a los pueblos del contorno».
La sensatez de quien puede impedirlo esperemos que lo evite.
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A la fecha que reproducimos este relato, he de añadir, que impidiendo que el Cristo sea trasladado a la iglesia de Castil, por los dueños de la ermita y viendo ruinosa esta, y con ello la posible desaparición del Cristo, el pueblo ha decidido hacer un cuadro y en pintura exponerle en la iglesia, intentando con ello continuar su veneración, lo que ahora se hace. Lamentamos esta actitud intransigente y dominante de quien así se comporta, haciendo perder unas tradiciones que vienen de varios siglos pasados.