Uno de los principales trabajos en el campo y en especial en Tierra de Campos era el de sementera. Labor que se realizaba entre el mes de octubre y los primeros días de noviembre. Siempre quedaba algo para ciclo corto, generalmente obligado por las lluvias adelantadas, que se hacía en febrero-marzo. En esa zona predominaba la siembra del trigo, la cebada y avena, esto a principios del siglo XX y hasta los años 50. A partir de ahí, llegó la remolacha, alfalfa, maíz, girasol, soja y otros, en Castil favorecidos por la evolución del regadío, que a final de siglo ya se regaban muchas hectáreas, al principio con solo agua del Canal de Castilla que atraviesa todo el territorio, unos 6 km. de recorrido por el municipio y al final con algún pozo también.
Lo primero que hay que decir, es que en esas fechas en las que me iniciaba en esos trabajos, la siembra se hacía con máquinas, tan solo unas tres o cuatro décadas antes se hacían a mano, “a voleo” como se denominaba, eso quiere decir que como en tiempo de los romanos, nada se había progresado en eso. Hay constancia que en 1912, aun se sembraba a mano mucho terreno del trigo y la cebada.
El trabajo de la siembra, tenía muchas operaciones que realizarse para llevarla a cabo. Las relataré cronológicamente. Después del verano y en unos 15 -20 días, era el de echar el abono en las fincas previstas para sembrar la cebada, de lo que en otro relato me ocuparé. Para sembrar, se empezaba por preparar la simiente. En origen se hacía en casa, labor de la que se ocupaba mi padre como experto, ya que requería un conocimiento y habilidad especial, se llamaba, “abañar el trigo” se hacía con una criba, había que saber darle el juego de muñeca a la criba para que recogiera en el centro de ella el desperdicio y quitarle. Así quedaban los granos de trigo limpios de escorzuelo y de los granos defectuosos. Para evitar ese trabajo enorme y tiempo, que a mi padre le llevaba unos 10 días, llegaron las maquinas “abañadoras” era un cilindro accionado por medio de manivela, por el que pasaba el trigo vertido en una tolva e iba dejando los granos en los distintos cajones que había bajo de él, según fuera su grosor, primero los pequeños y defectuosos y al final los grandes y apetecibles para la siembra. Esa máquina que se alquilaba o cedían, permitía que esa labor se hiciera en un par de días y con el solo trabajo de dar la manivela que le proporcionaba la rotación del cilindro clasificador.
Pronto llegó otro procedimiento, el Servicio Nacional del Trigo, -Organismo Oficial- se ofrecía, no recuerdo si con un pequeño coste o gratis a clasificarte el trigo para simiente, lo hacían con máquinas más grandes y perfectas, pero en nuestro caso había que ir hacerlo a Castromocho donde estaba el silo de recepción, a unos 15 km de nuestro pueblo, te citaban para un día y una hora, y estando allí te lo hacían en un par de horas. Alguna aventura especial tuve con esta operación que merecía contar, dejaré para otro momento.
Hecha esta operación de limpieza de la simiente, en los primeros días de octubre se iniciaba la siembra. Esta labor o trabajo, en la que tenía mucha importancia, si la arada de primavera se hizo seca o con mucha humedad, si al iniciar estaba el terreno seco o había llovido y tenía humedad, todo ello era vital para el trabajo que había que hacer, que se cifraba en que había que conseguir, un terreno llano y de tierra suelta, casi polvorienta, difícil de conseguir algunas veces, Como las herramientas, artefactos y medios de tracción, no eran ni parecidos a los actuales y esto se hacía con el arrastre por mulas, había que recurrir más de una vez a los mazos de madera de mango largo, con los que romper los “cabones” o “tabones” que permanecían desde la alzadera de primavera. Si algún día se tenía la suerte que lloviera y suavizaba ese terreno tan seco e imposible del arrastrado, se aprovechaba pasada la lluvia para aplicar el nivelado y aterrar el campo para pasar la máquina y se hacía de inmediato en las varias fincas que se preveían iban a sembrarse pronto y a las máximas posibles aprovechando la humedad.
Tengo que recordar que ahora acabamos de pasar un otoño muy seco y caluroso, si no tenemos experiencia del tiempo pasado, nos parece muy anormal, pero yo recuerdo que muchos años les padecimos así, lo que daba mucho más trabajo, aun que era más bonito si se prescindía del análisis del trabajo enorme que originaba. Viendo la parte positiva, como hice en las noches del acarreo. Hay que tener en cuenta que era época de caza con galgos, decía mi padre que, “era la época del año que más le gustaba”, aparecían por donde trabajabas, grupos de cazadores con galgos que hacían carreras al lado nuestro, era un espectáculo bonito de ver, como la caza abundaba, podías en un mismo día ver varias carreras de libres con galgos. También nosotros las podíamos ver encamadas, cosa difícil porque se camuflaban y mimetizaban en el terreno. También podíamos ver cazadores de escopeta, menos, porque en Castil había poca afición, procedían de pueblos próximos, lo que admirábamos a veces, eran la perchas de aves que llevaban colgadas a la cintura. El contacto con las aves era permanente y agradable, en particular con avutardas, palomas, perdices, codornices, abubillas, etc. Las alondras, ave que suspendida en el vuelo, sin movimiento cantaba de manera muy característica y bonita, muy cerca de nuestras cabezas, observando la tierra que movíamos si aparecían lombrices, gusanos u otros insectos propios para su alimentación. Si así ocurría, se tiraban en picado a recoger el hallazgo. Como hacían otras muchísimas aves que nos acompañaban con el mismo objetivo. Llegados los tractores, el ruido de estos, impidió gozar de la sinfonía de trinos de las aves y pájaros en general. Pasadas las carreras de galgos, que nos hacían parar para admirarlas, pues eran espectáculos muy bonitos, ¡gratis y a nuestra vera!, tenías que volver al duro trabajo, si era en seco, o coger el mazo para romper los pedazos de tierra endurecidos, que el rastro no lograba deshacer. Se inventaron ya en aquellos tiempos rodillos pesados con discos o puntas que no lograron el objetivo en su totalidad en una pasada, había que repetirlas hasta conseguirlo. La llegada de los tractores cambió todo, con máquinas más pesadas, herramientas adecuadas a su potencia y lo más importante, que podía hacerse de noche o aprovechar mas el día por disponer de luces y que no había que respetar horas de descanso como con caballerías y que el trabajador iba sentado, que las ruedas deshacían los bloques de tierra que pisaban, etc. Debo decir dos cosas: que yo no llegué a disfrutar de ese adelanto, pues el primer tractor que llegó a Castil, fue sobre 1949 y tardaron mucho en disponer de él todos los agricultores. Además hubo una reacción contraria a ser utilizado para la siembra, con las mulas se podía reiniciar los trabajos de preparar la tierra después de llover, con escasa espera, con el tractor, por su peso y lo que pisaban las ruedas, hacía que el terreno quedase lastrado y duro, sin condiciones para la siembra. Aun disponiendo de tractor, la operación de sembrado seguía con la máquina arrastrada por mulas. El tractor solo servía para preparar la tierra.
La herramienta de entonces era un rastro con puntas, tirado por caballerías sobre el que íbamos los que lo manejábamos, dos o uno según quienes lo hicieran, de pie con un riesgo de poder meter este entre los maderos que llevaban los clavos, nunca tuvimos ese accidente, pues la experiencia nos hacía saber cómo para que no ocurriera. También se ponían objetos de peso sobre el rastro para que fuera más efectivo.

Es obligado citar unas labores de inicio y final de jornada. Por la noche antes o después de la cena se hacía el sulfatado del grano a utilizar el día siguiente, para prevenir y evitar enfermedades y parásitos, se hacía humedeciéndole con los productos adecuados, por eso al día siguiente después del pienso a los animales antes del trabajo, ya seco u oreado se procedía al envasado en sacos o costales, que se cargaban, habitualmente en el carro que lo llevaba al lugar de siembra. Si la previsión de grano era pequeña, se podían llevar en costales a lomos de las mulas. Con todas esas operaciones la jornada comprendía de las 5´30 a 6 de la mañana a las 11 h. de la noche. Los descansos durante el día era 2 h. a medio día para comer y pequeño descanso, casi siempre en el lugar en que se estaba sembrando, solo cuando se estaba muy cerca del pueblo, las menos veces, se hacía en casa. Otra hora para el almuerzo y otra hora a la merienda más la cena en casa. Total 12 horas de trabajo.
Solo quiero añadir, que el día que se iniciaba la siembra, se iba a misa de mañana, para rogar porque aquella labor que se empezaba tuviera buenos resultados. También iniciado noviembre el día uno fiesta de los Santos todos acudíamos a la misa obligatoria como día festivo, el siguiente en honor a los difuntos, día dos, también se acudía para a continuación de ella marchar a sembrar la cebada, que como queda señalado se hacía en las tierras abonadas previamente. Esa siembra no solía durar más de un día o dos, máximo si el terreno ya se tenía preparado con antelación, pero esperado para cumplir la tradición de sembrarla ese día. Cabria señalar algún detalle de menor importancia, lo importante esta descrito.

Francisco Delgado Sahagún

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  • fradesa@ono.com'
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    FOTOS QUE ACOMPAÑO. 1º Sembrador a mano, «voleo» . No era normal que fuera acompañado de cuatro pares de mulas y sus operarios respectivos, solo uno o como máximo dos pares. La foto es curiosa, no representativa. 2º Mazo de madera y mango largo, con el que se rompían los bloques de tierra originados por que se aró con mucha humedad y endurecieron. 3º Sembrador a voleo solo. 4º Rastro muy esquemático , ya que solía ser de madera de 4 maderos con los pinchos. Medía unos 2´50 de largo y entre maderos unos 0´12 m. y otro tanto el grueso de cada madero. También les había totalmente de hierro, en ellos se tenían puestas ruedas para el traslado, a veces con rueda trasera, para que no rozara el suelo. 5º Máquina sembradora de la época, no solía llevar asiento, ya que el sumarla peso era un inconveniente, si acaso y en terreno muy seco, se podía subir y sentarse en el cajón de la tolva. Se solía ir andando tras de ella. En foto se ve al ayudante que le está recargando la tolva de grano.

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