ORIGEN  DE  UN  APODO  A  LOS  VECINOS  DE  UN  PUEBLO

    Tenía gran interés y curiosidad por conocer el origen del por qué, a los habitantes de Castil de Vela se los llamó, “tarugueros”, en aquellos tiempos en los que los apodos eran la forma habitual de designar, diferenciar o llamar a los individuos, a las familias y a los pueblos. Preguntado a los mayores por las referencias que había sobre el asunto, e investigando en los escasos documentos o escritos que hablaban sobre el tema y con mucha suerte en alguno de los papeles encontrados, he podido reconstruir el suceso que dio origen al referido apelativo. Los hechos fueron estos:
En tiempo que no puedo precisar, ni que los papeles señalan, pero que debió ocurrir a mediados del siglo XV, cuando el pueblo de Villainvierno a causa de una peste se vio casi despoblado, los escasos habitantes que quedaron se fueron a vivir al pueblo de Castil. Algunas tierras del pueblo que desaparecía se las disputaron los tres colindantes: Meneses, Belmonte de Campos y Castil de Vela. Las peleas que al inicio del pleito se suscitaron  terminaron por dilucidarse de forma amistosa, o como se diría hoy, “consensuada”. Ello motivó varios encuentros en los tres pueblos por representantes de los mismos. Pronto se acordó que las tierras en las que estaba la iglesia, – posteriormente convertida en Ermita del Cristo con el nombre del pueblo que desaparecía -, pasasen a pertenecer a Castil, pero que la celebración de la fiesta, convertida en romería congregase a los tres pueblos. Todo concluyó así, con acuerdo de los representantes de los tres citados pueblos.
Un hecho curioso y anecdótico de estas reuniones, fue lo que motivó el apelativo en cuestión. En la que se celebró en Castil por las tres representaciones, ocurrió que la cita estaba señalada a una hora. Parece que el “reloj solar” por el que se regían, – la sombra de algún edificio -, quizá por estar nublado no les dio  puntualidad.  El hecho fue, que los de Meneses y Belmonte, después de una larga espera, decidieron que uno de ellos se acercara a buscarles. Se encontró  que reunidos en casa de uno de los que debían acudir  a la cita, se ocuparan  en una curiosa actividad: en tanto llegaba la hora de la reunión, estaban haciendo  “TARUGOS”. Pero lo hacían de forma tan particular, que comentado en la reunión, sorprendió. Lo hacían utilizando una viga de seis varas y media, por 12 pulgadas de lado, en el cuadro que formaba su perímetro. Los “tarugos” o tacos tenían por objeto sujetar los marcos que cerraban las luceras, lo que hoy muy mejoradas son las ventanas. No quiero extenderme en explicar como se hacían éstas y la función que desempeñaban.
Acompañando a quien vino a buscarles fueron a la reunión. Cuando los que esperaban les vieron  llegar, preguntaron el motivo de la tardanza. El emisario que fue en su busca  les contestó con cierta guasa: “estaban haciendo tarugos”. Lo que provocó risas  entre los reunidos. Pero cuando aquél explicó que para tan simples objetos hacían un despilfarro tan grande de madera, las risas y la broma continuaron y los de Castil  tuvieron que aceptar las consideraciones que se hicieron.
Se dice que a la vuelta a sus respectivos pueblos los de  Meneses y Belmonte y tener que justificar el retraso de su vuelta, volvieron a repetir: Fue que los de Castil estaban haciendo tarugos y no acudieron a la cita. La chanza y guasa se propagó por toda la comarca, iniciándose por ello el apodo de: Los de Castil, – Tarugueros. Así es como fue o como pudo suceder.

 

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